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De la «Bienal roja» al arte neutral

Se reconstruyen dos muestras internacionales de arte español con gran significación histórica: España. Vanguardia artística y realidad social (1976), por el IVAM y por el Reina Sofía -en Poéticas de la democracia-, y New Images from Spain (1980), por la galería José de la Mano de Madrid. La coincidencia nos lleva a analizar esas tempranas experiencias y a reflexionar sobre la política cultural exterior durante la Transición y el arranque de la democracia.

En la última década se ha desarrollado una nueva tendencia curatorial que “resucita” exposiciones fundamentales en la historia del arte contemporáneo. El primer gran ensayo fue Degenerate Art: The Fate of the Avant-Garce in Nazi Germany, con la que, en 1991, el Los Angeles County Museum of Art reconstruía la exposición Arte degenerado de 1937. En 2013, la New York Historical Society devolvió a la vida The Armory Show de 1913 y Germano Celant remedó en la Fondazione Prada de Venecia la mítica When Attitudes Become Form de Harald Szeemann (Bern Kunsthalle, 1969). Un año después, The Jewish Museum de Nueva York remontó Primary Structures, muestra que dio a conocer el Minimalismo, en 1966 y allí mismo. En España se había hecho alguna aproximación al género con, por ejemplo, la revisión en el Reina Sofía, en 1995, de la Exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos de 1925, o más recientes, el homenaje, en 2017, del CA2M de Móstoles al happening de Allan Kaprow en la Galería Vandrés (1975) y la mirada de conjunto que ofrecía [Ex]posiciones críticas en el CGAC de Santiago de Compostela. Ahora se afirma la tendencia con tres exposiciones coincidentes, que rememoran dos muestras internacionales de arte español con gran significación histórica: España. Vanguardia artística y realidad social (1976), reconstruida por el IVAM y por el Reina Sofía -en Poéticas de la democracia-, y New Images from Spain (1980), por la Galería José de la Mano de Madrid. La coincidencia nos lleva a reflexionar sobre la política cultural exterior durante la Transición y el arranque de la Democracia.

Aunque median solo cuatro años entre una y otra exposición, reflejan momentos muy diferentes. La Bienal de Venecia había iniciado en 1974 una nueva etapa, bajo mandato del socialista Carlo Ripa di Meana, orientada por la lucha antifascista internacional dedicando la exposición principal a Chile, cuya democracia había sucumbido ante el golpe de Estado de Pinochet un año antes. Para la edición de 1976 encargó, con mediación de Eduardo Arroyo, que era miembro de la Comisión de Artes Visuales de la Bienal, a un grupo de historiadores y artistas de izquierda -la “comisión de los 10”- un proyecto expositivo para el pabellón central de los Giardini, que se acompañaría del cierre del pabellón español como gesto de repulsa a la dictadura franquista. Los organizadores de la “Bienal roja” -Tomás Llorens, Valeriano Bozal, Manuel García, Agustín Ibarrola, Antonio Saura, Rafael Solbes, Antoni Tàpies, Manuel Valdés, Oriol Bohigas y Alberto Corazón– se propusieron contrarrestar la política de promoción internacional del Franquismo, que había instrumentalizado y desideologizado el arte moderno, en particular el informalista, para lavarse la cara ante el mundo.

Ya antes se habían montado exposiciones de denuncia en el extranjero pero ninguna con la trascendencia de ésta, que dejaba atrás por vez primera el habitual batiburrillo estético de obras antifranquistas gracias a un hilo “histórico, discursivo y analítico” para poner el arte en su contexto: la opresión y la lucha por la libertad omitidas en las muestras oficiales. Algo que se consiguió a través de un montaje estudiado y original que permitía recorrer en paralelo el devenir político y artístico desde 1936 al presente, a través de obras y documentos de distinta procedencia. Arrancando, programáticamente, del pabellón español de la Exposición Internacional de París de 1937, incluía tanto a artistas históricos –PicassoMiró, Julio González, Josep Renau y Alberto Sánchez-, exiliados o no, como a los jóvenes… dando protagonismo a los miembros de la comisión, lo que fue uno de los motivos que desató la polémica. El otro fue que los opositores no seleccionados y ciertos artistas con sentimientos territoriales como Chillida y Oteiza -que renunciaron a participar- se sintieron agraviados, y los críticos más ortodoxos de la izquierda, como Aguilera Cerni y Moreno Galván, censuraron el enfoque.

El IVAM analiza en detalle aquel evento expositivo en una pequeña muestra de su serie “Casos de estudio” comisariada por Sergio Rubira, que echa mano sobre todo de obras propias y se ayuda con la proyección de imágenes del montaje y la inauguración; en el Reina Sofía, en el proyecto dirigido por Borja Villel y Rosario Peiró, destaca el esfuerzo realizado por los varios comisarios para reconstruir fielmente la sala más célebre, llamada Hors texte (Ilustraciones fuera de texto), emulando la disposición original de las piezas de Arroyo, Equipo Crónica, Lucio Muñoz, Saura, Tàpies, Corazón…

España. Vanguardia artística… empezó a gestarse en vida de Franco y se inauguró, el 18 de julio de 1976, con Suárez ya de presidente pero aún sin democracia; el gobierno dejó hacer al “comité de los 10”, sin implicarse en el proyecto. Aún no había activado su aparato cultural. Tras las elecciones de junio de 1977 y la inmediata creación de un Ministerio de Cultura, la legislatura de la UCD puso en marcha un programa de grandes exposiciones dentro y, menos, fuera de España para “normalizar” la relación entre cultura y Estado, arte y sociedad, reconociendo la trayectoria de los creadores más importantes en el exilio exterior e interior. El impulso más claro vino tras la creación de la Dirección de Patrimonio Artístico, Archivos y Museos, con Javier Tusell al frente; en Madrid, el Museo Español de Arte Contemporáneo -inaugurado en 1975-, la Biblioteca Nacional y los palacios del Retiro fueron activas sedes expositivas. Pero el período quedó marcado por dos acontecimientos: la llegada del Guernica desde el MoMA en 1981 y la creación de ARCO en 1982.

En el exterior, América fue la primera gran diana de la normalización diplomática a través de la cultura. Para empezar, México, país de acogida de tantos exiliados, donde el Ministerio de Cultura organizó la muestra Pintura española del siglo XX en 1978 (Museo de Arte Moderno), en coincidencia con una visita oficial de los Reyes. Se creó después el Instituto de Cooperación Iberoamericana, que llevó a Argentina, Brasil, México y República Dominicana Línea, espacio y expresión en la pintura española actual (1980-1981), con más de 50 artistas y comisariado de Luis González Robles, el factotum de la promoción internacional del arte español durante el Franquismo que aún tuvo recorrido en estos primeros años. Fue también comisario de Spanish Art Tomorrow, que debía acompañar a la trascendental primera visita de los Reyes a Washington (recibidos por Reagan) en 1981, tras solicitar España su admisión en la OTAN. Se inauguró en la Corcoran Gallery, y tuvo luego una larga itinerancia hasta 1984, pasando por Nueva York (Bronx Museum), Corpus Christi y Miami (Museum of Modern Art). La selección era ecléctiva e incluía a artistas hoy considerados poco relevantes. Eran Rafael Baixeras, Enrique Brinckmann, Gerardo Delgado, Frederic Amat, Fernando Bermejo, Rafael Bartolozzi, Francesc Artigau, José María Cuasante, Rosa Torres, Antonio Posada, Eduard Arranz-Bravo, Mon Montoya, Esteban Tranche, Miguel Ybáñez, Juan F. Cárceles y Robert Ortuño.

La llegada al Guggenheim

Es el ambiente en el que se produce la segunda exposición ahora recreada, New Images from Spain, con 71 obras de nueve artistas elegidos con mayor tino por Margit Rowell para el Guggenheim de Nueva York, museo en el que trabajaba: fueron Sergi Aguilar, Carmen Calvo, Teresa Gancedo, Antoni Muntadas/Germán Serrán Pagán, Miquel NavarroGuillermo Pérez VillaltaJordi TeixidorDarío Villalba y Zush. La Galería José de la Mano ha rescatado una pequeña porción de lo entonces expuesto tras rastrear el paradero de las obras, algunas de las cuales están en manos de los hijos del galerista Fernando Vijande -veremos por qué-, aportando jugosa documentación visual, en vídeo y fotografía, y extendiendo el foco a la muestra paralela de dibujos en el Spanish Institute y a otras actividades más radicales de José Luis AlexancoLuis de Pablo y Muntadas en The Kitchen. Alfonso de la Torre, comisario aquí, estudia el proyecto desatendiendo su contexto político, que es fundamental para entenderlo. Porque no es que el Guggenheim sufriera un súbito flechazo por el joven arte español, del que Rowell no sabía nada. Es cierto que en todo el mundo se había despertado un interés por lo que estaba sucediendo en España, tras tantos años de aislamiento, pero la “exportación” artística estaba dirigida desde el Gobierno. Y tanto el Guggenheim como el MoMA eran -ya en el Franquismo- plataformas para los acercamientos diplomáticos, que empezaban a tener dos direcciones: en las fechas en que se preparaba New Images… y se negociaba el traslado del Guernica, se instaló en el MEAC de Madrid una selección de arte estadounidense en la colección del MoMA.

New Images from Spain, que prologó la citada visita real, contó, como Spanish Art Tomorrow, con el apoyo del Comité Conjunto Norteamericano para Asuntos Educativos y Culturales, creado por el Tratado de Amistad y Cooperación entre España y los Estados Unidos en enero de 1976, que era básicamente un acuerdo militar. Además, colaboraban el Instituto de Cooperación Iberoamericana y nuestro consulado en Nueva York. España iba a financiar una itinerancia a Buffalo, Texas, México y San Francisco, aunque se limitó a esta última ciudad (Museum of Modern Art).

Rowell, que había comisariado en su museo una exposición sobre Miró en 1972 y haría otra sobre Julio González en 1983 -conocía entonces más el arte moderno que el contemporáneo- haría carrera en España, en los 80 y los 90, como directora de exposiciones en la Fundació Joan Miró, consejera en el IVAM y “conservadora de proyectos especiales” en el Centro de Arte Reina Sofía. Hizo tres viajes a España, visitando diversas galerías y decenas de estudios pero, para sorpresa y enfado general, de los nueve elegidos seis exponían en la Galería Vandrés, de Fernando Vijande y Gloria Kirby. Y, antes de inaugurar en Nueva York, el avispado Vijande ya había fichado a los otros tres. Lo que nos lleva a una de las principales diferencias con la “Bienal roja”: éste era no solo un proyecto oficial sino que tenía un componente de mercado muy acusado, en una alianza que será la tónica en la política cultural posterior, con el PSOE. Vijande se desvivió, por la cuenta que le traía, para sacar adelante la exposición incluso cuando el Ministerio de Cultura regateaba con su apoyo, y pagó el catálogo en el Spanish Institute.

Como casi todas las muestras internacionales que seguirían, en esta no había ninguna narrativa, ninguna tesis sobre el arte español. Solo una nómina ecléctica -como lo era Vandrés: lo mismo representaba a Muntadas que a Claudio Bravo o a los Costus- que, aun contando con artistas con alguna trayectoria como Villalba o Gancedo, tiraba ya hacia el arte joven, protagonista en la próxima etapa. New Images… marcó asimismo la pauta de despolitización del arte de cara al exterior, algo que interesaba al Gobierno en sus estrategias de soft power. Quizá por eso el Equipo Crónica, que había sido invitado, renunció a participar en ella. Rowell entendió el arte español, apolítico y autorreferencial, como el original producto de décadas de incomunicación y desinformación. Nada más opuesto a la exposición de Venecia. Sí coincidieron, en distinto grado, en su estela de controversia. La del Guggenheim, como casi todas las orquestadas al servicio de intereses gubernamentales -piensen en otras más recientes, como The Real Royal Trip-, tuvo poco eco en Estados Unidos, pero alguno en España, en un momento en que empezaban a discutirse, a partir de posicionamientos como 1980 (Galería Juana Mordó, 1979) y Madrid DF (Museo Municipal, 1980), las perspectivas dominantes sobre una producción artística que, como refleja la muestra Poéticas de la democracia, era más plural. Una brecha que se acentuaría con el PEACE (Programa Estatal de Acción Cultural en el Extranjero) de Carmen Giménez. Pero ese es ya otro capítulo.