M. Assumpció Raventós
La intensa trayectoria de más de setenta años de creación ha hecho de M. Assumpció Raventós (Sant Sadurní d’Anoia, Barcelona, 1930) una de las referentes más importantes del panorama de la plástica española. En su conjunto, su polifacética obra (pintura, dibujo, grabado, tapiz, textil y propuestas tridimensionales) demuestra un sólido abanico de planteamientos e investigaciones. Vital, inquieta y curiosa, pertenece a la generación del informalismo español; aquella que en los años cincuenta rompió con el academicismo de posguerra incorporando el uso de nuevos materiales hasta entonces no utilizados en la práctica pictórica.
Su espíritu participativo la hizo cómplice de muchas aventuras colectivas. Formó parte del Grupo Krit (Josep Guinovart, Daniel Argimon, José Hurtuna, Jaime Bartolomé, Magda Ferrer, Igor Ortega y Emilio Porta) que entre 1962 y 1965 mostró su trabajo por diversas ciudades españolas, europeas y asiáticas. También, en 1958 inicia su participación en el segundo Salón de Mayo en la Capilla del Antiguo Hospital de la Santa Cruz de Barcelona; una colaboración que se prolongará hasta 1964. Estos salones, organizados por la Asociación de Artistas Actuales, representaban la continuidad de los Salones de Octubre. Igualmente es significativa su contribución en exposiciones colectivas que realiza en el Círculo Maillol del Instituto Francés, entre 1958 y 1962; una entidad renovadora respecto a la plástica de vanguardia, de la mano de Josep M. de Sucre, que tanto apoyó a los creadores. Del mismo modo, entre 1962 y 1969, Raventós también impulsó y participó en las diferentes ediciones del Salón Femenino de Arte Actual. Es también incluida en el Arte Actual del Mediterráneo en Roma (1959) y Buenos Aires (1966) que promovía, desde Valencia, Juan Portolés y del que formaban parte entre otros Ràfols-Casamada, Mompó, Sempere, Alcoy, Tharrats, Alfonso Mier, Hurtuna, Andreu Alfaro o Juana Francés, con la que establecerá una relación de amistad.
La figuración sintética de corte estructural de los años 50 la condujo de manera natural hacia una abstracción de signo informal. Gran parte de las obras que realiza entre 1958 y 1968 se sitúan de lleno en este lenguaje; una propuesta inédita que -en su mayor parte- ha permanecido en su estudio. El destino ha querido preservarlas y sacarlas del olvido después de más de cincuenta años. Puede decirse que son experimentaciones que la propia artista consideraba como un camino de investigación y en contadas ocasiones las mostró públicamente. Por este motivo, consideramos que se trata de una aportación a tener en cuenta y ubicarla -en adelante para su tratamiento y trabajo- en esta corriente.
La fuerza de su abstracción y la contundencia de su territorio matérico crean espacios sígnicos y campos cromáticos, magmas que obedecen a una pura transmisión de procesos introspectivos. La textura hecha de grandes empastes y densidades otorga a su vocabulario cierta exaltación, exuberancia y vigor. Este gusto por lo táctil y por las acumulaciones sensuales está, sin embargo, al servicio de una cierta estructuración que edifica las composiciones. También nos evocan dimensiones y espacios siderales, con el círculo como un referente permanente, como en las obras Paisaje sideral (1960) o Proyección cósmica (1966), que sugieren soles, universos y planetas con unas gamas penetrantes y cálidas que transmiten un espíritu turbulento y apasionado. Son piezas que dejan de lado el espacio terrestre para mirar hacia el espacio cósmico. Las constantes espacio-tiempo están representadas en Tiempo y espacio (1960); un trabajo abrupto y denso, de gamas ensordecidas y oscuras, cerrado a una total negación del color. En otras, un sentimiento sublime de fuerte carga existencialista se apodera de su esencia. O en las que la composición domina cada vez más la cadencia organizativa y la construcción arquitectónica; configuraciones preocupadas por el sentido de orden geométrico. Éste es el caso de Equilibrio (1959) o diferentes pinturas sin título del año 60 en las que la vertiente geométrica aparece en busca del ritmo interno más que la propia formalidad, mientras que el enérgico cromatismo encuentra en el negro un importante contrapunto.
El informalismo también denominado Art autre surge en Francia a principios de los años cincuenta acuñado por el crítico francés Michel Tapié, en una situación de crisis que pone sobre la mesa los valores ligados al existencialismo donde los postulados de J.P Sartre y Martin Heidegger -como filósofos del momento- plantearán cuestiones esenciales hacia este movimiento. El entusiasmo por el expresionismo abstracto que se da en Europa y Estados Unidos encontrará en España una buena base para desarrollarse entre finales de los años cincuenta y mediados de los años sesenta. El Informalismo ha marcado, sin duda, la evolución de la pintura española en cuanto a la experimentación de materiales y a sus cualidades táctiles, la neutralidad del color y el uso de la superficie como soporte de acumulación, pero también la huella del gesto, la mística del espacio y la sugestión de la mancha se han consolidado como medios de investigación artística.
Desde un punto de vista formal, remarcamos la predilección de M. Assumpció Raventós por la valoración de la textura que se inicia en esta etapa y que le conducirá a un trabajo posterior de tapices y elementos textiles que le otorgarán gran reconocimiento. Es un claro exponente de las mujeres artistas que tanto lucharon por la libertad creativa en un periodo marcado por las dificultades del sistema que obstaculizaban el ejercicio de su profesión.
[texto de Joan Gil Gregorio]