Es muy buena noticia que en una galería española podamos ver, una década después de su muerte, una selección de esculturas de Ángel Duarte (Cáceres, 1930 – Sion, Suiza, 2007). Un artista que desde su primera visita a París, en 1954 y aunque vivió temporadas en España, desarrolló fundamentalmente su obra en Francia y Suiza, donde instaló más de una docena de esculturas públicas. En 1957 fundó junto con los escultores Jorge Oteiza, Luis Aguilera y Agustín Ibarrola y los pintores José Duarte y Juan Serrano el Equipo 57. Junto con Equipo Córdoba y Grupo Parpalló, surgidos casi simultáneamente, constituyeron un contrapeso verosímil al expresionismo abstracto y el informalismo dominantes en el arte español de la época.
Medio siglo después, la tendencia geométrica es la menos reconocida y divulgada. Lo es, creo, porque como conjunto y dejando de lado individualidades, no alcanza la intensidad ni el grado de originalidad de las otras dos. Por eso apenas ha dejado herederos en las nuevas generaciones. Pero hay otro factor, y es que el arte geométrico es fundamentalmente serio y mal puede competir con el gusto contemporáneo por creaciones disneyficadas y vociferantes.
La obra de Ángel Duarte refleja la influencia del arte cinético y el Op Art. Sus esculturas consisten en alineamientos de varillas de metal, con las que explora angulosamente el espacio. La precisión del trabajo manual -la soldadura de acero inoxidable- tiene que ser máxima y eso implica paciencia y habilidad en grado superlativo. Ciencia y matemática parecen traslucirse en obras que comprometen al espectador en una percepción dinámica, que se transforma según los puntos de vista que adopte frente a las piezas. Duarte combina rectas y curvas como si se tratara de una telaraña de Mondrian. La utilización del paraboloide hiperbólico, una forma que permite desarrollos modulares especialmente armoniosos, fue uno de sus recursos más característicos.
En esta exposición encontramos una selección muy representativa de su estética, con esculturas que en algunos casos sirvieron como maqueta de obras monumentales y que, autónomas, funcionan perfectamente. Las propiedades de la geometría se mantienen en escalas diferentes y este universo algebraico, en el que convergen Euler y Gauss, el vértigo de Möebius y la multiplicidad de Riemann, produce una particular sensación de alivio. El gran logro de la abstracción geométrica es hacer converger ciencia y belleza, trasladar la elegancia de las fórmulas matemáticas a formas visibles seductoras. Pero desde el punto de vista subjetivo, lo fascinante es percibir que frente o bajo el caos y el desconcierto del mundo existe una regularidad tranquilizadora. Una impresión de serenidad y asombro que te va calando según recorres estas construcciones a la vez firmes y delicadas, aéreas y contundentes. Tras la disolución en 1966 de Equipo 57, Duarte participó activamente en la Nouvelle Tendance y fue cofundador del Grupo Y. Me impresionó este comentario: “La experiencia del Equipo 57 ha sido la más apasionante de mi vida. Vivir, por un momento, y creer en la fraternidad, ese sueño por el que tantos han muerto”.
Aunque en 1992 la Junta de Extremadura le dedicó una gran antológica y en 2000 expuso en el Museo de Bellas Artes de Badajoz, Ángel Duarte no goza ni del conocimiento ni del reconocimiento que merece. Por eso les recomiendo que visiten esta pequeña joya.