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Apertura 2018: por dónde comenzaremos

No nos gustan las listas; las entendemos estúpidas, de hecho. Pero son casi cincuenta las galerías que, este fin de semana, inician unidas el curso expositivo en Madrid y hay que escoger por dónde comenzar (no por dónde terminar). Os hemos hablado ya de los nuevos trabajos que Chema Madoz exhibe en Elvira González y hoy nos referiremos también a otras seis exposiciones que forman parte del programa de APERTURA MADRID GALLERY WEEKEND (cita a la que también nos hemos referido ya y que tiene lugar hasta el próximo domingo). Con ellas nos estrenaremos, pero podéis/debéis conocer el resto aquí: artemadrid.com. Tomad y elegid.

SOTO MÚLTIPLE. Hasta el 17 de noviembre.

Es la tercera vez que la Galería Cayón presenta una muestra de Jesús Rafael Soto, un artista que entronca con su línea expositiva de atención al color, los efectos ópticos y la vibración. El venezolano comenzó a interesarse por la representación de la tridimensionalidad y el dinamismo cuando se estableció en París, en los cincuenta, y no abandonó ese camino: veremos aquí sus exploraciones sobre el movimiento y las ilusiones perceptivas a través de ediciones y múltiples de pequeño formato, entre ellos objetos tridimensionales que nos ofrecen perspectivas diversas al ser rodeados y serigrafías que trascienden las dos dimensiones gracias a la superposición virtuosa de las líneas.

Pero, sin duda, el trabajo más atractivo de Soto en esta muestra (al menos aquel que atraerá más miradas y cuerpos) será Penetrable BBL Blue, la instalación que podrá verse en el número 9 de Blanca de Navarra. Es uno de sus Penetrables: piezas llamadas así porque permiten que el espectador se introduzca en ellas, desplazándose, y cuyo sentido completo no se alcanza precisamente hasta que esto sucede. En su momento generaron cierta incomprensión, pero no entenderíamos sin ellas infinitas piezas posteriores con las que comparten principios.

LA ALEGRÍA DE MOMPÓ. Hasta el 8 de noviembre.

Veintiséis años se cumplen desde la muerte de Manuel Hernández-Mompó, cuya pintura se caracteriza por su narratividad y por la fuerza potente del color sobre fondos despejados. Tanto es así que García-Berlanga dijo de esos tonos que disimulaban aquel negro tan nacional, tan familiar a nosotros, y el crítico Vicente Aguilera subrayó su vigor, y la ligereza ingrávida de estas obras, en un contexto que invitaba a la sobriedad tenebrista: Este ha sido el rincón de la alegría en el arte español del último cuarto de siglo, dijo en los sesenta.

La Galería Fernández-Braso nos enseña desde hoy pinturas fechadas más o menos entonces, entre los cincuenta y los setenta, para subrayar la evolución de Mompó desde la figuración nacida tras el cubismo a una abstracción literaria en su raíz.

ROCÍO GARRIGA Y NUESTRO ESPEJO NATURAL. Hasta el 3 de noviembre.

Una de las muestras que, en esta nueva temporada en las galerías de Madrid, nos invitan a reflexionar sobre nuestra actual relación con el medio natural es la que Rocío Garriga presenta desde hoy en el nuevo espacio de la Galería Freijó, en Zurbano 46.

La artista, que ofrece su segunda individual en esta sala, nos enseña un libro, un vídeo y varias fotografías y esculturas en las que trabajó tras revisar los daños causados por el bombardeo del Zoo de Varsovia en 1939. Ha querido subrayar cómo hemos establecido una marcada dicotomía entre lo animal y lo humano, creando una distancia entre ambos mundos cuya radicalidad no se corresponde, para la autora, con lo real y lo deseable.

Sin descuidar ni estética ni poética y dejándose influir por los procedimientos audiovisuales, Garriga nos habla del poder que ejercemos sobre nuestro entorno, del afecto (y la desafección) que experimentamos hacia él y de cómo aún puede ser posible replantearlo todo.

PINA Y LOS PAISAJES QUE CALLAN. Hasta el 9 de noviembre.

También mira a la naturaleza, pero desde un enfoque muy distinto, Alberto Pina, un habitual de Utopía Parkway que regresa a esta sala para estrenar la temporada. La tierra que pinta la hace muy suya, sin idealizarla, ni narrarla, ni negarle detalles, pero también la retrata mirando a RiberaTiziano, Tiepolo y otros grandes referentes clásicos.

Sergio del Molino, que tras escribir La España vacía de “tierra callada” sabe, ha participado en la elaboración del catálogo y conoce bien las intenciones de Pina: Pina acepta el campo sin ponerle condiciones. Lo respeta y lo trata como un personaje, encontrando la belleza en la imperfección y en el detalle. Sus paisajes tienen anclas inesperadas: un caserío abandonado, los establos de una granja moderna, un poste de antenas de telefonía… Elementos que rompen cualquier tentación pintoresca y banal y que hacen del campo algo vivo y tenso, que casi cruje. En sus cielos escasos (el horizonte está muy alto en los paisajes de Pina), junto a lunas tímidas y alguna que otra nube, menudean los chemtrails, las estelas de condensación de los aviones que crean líneas blancas.

Todo eso enmarca un espacio ignorado: la vida es eso que está en la anécdota y el margen de los cuadros. Las llamadas de teléfono, los viajes en avión, el ajetreo del granjero. Pero el centro lo ocupa una gran quietud en la que nadie repara, salvo la mirada del pintor, que parece identificarse con esos árboles solitarios de Campo vacío, Cañada o Qué lejos. Árboles pequeños y resignados que no se atreven a romper la horizontalidad, un poco encorvados y siempre nudosos, como intimidados por el cielo.

En fin, si tenéis ocasión… os sugerimos visitar la muestra y haceros con este libro. Cuarenta ejemplares numerados se acompañan, además, de un grabado original.

DENTRO DE HELENA ALMEIDA. Hasta el 24 de noviembre.

Esta artista portuguesa necesita pocas presentaciones: a mediados del siglo pasado se inició en la pintura y la escultura, para, ya en los setenta, comenzar a valerse de la performance registrada en imágenes en blanco y negro pero con tinta – poderosa – incorporada.

Se sirve del cuerpo, del espacio (sobre todo del suelo) y de las referencias a los ambientes domésticos para hablar de emociones sobre las que todos podemos sentirnos concernidos. En su obra nueva vuelve a convertir su propia intimidad en universal; una selección de esta, junto a trabajos anteriores, la encontraremos en Helga de Alvear.

LA FOTOCOPIADORA, PUNTO Y APARTE. Hasta el 8 de noviembre.

Hace justo ocho décadas que Chester Carlson inventó la fotocopiadora, pero su irrupción transformadora en el arte llegó en los sesenta, cuando artistas de corrientes muy diversas, desde Fluxus al arte conceptual, convirtieron la copia en original; es decir, el gesto de pulsar el botón en renovador.

Generaron el Arte de la Fotocopia; de la imagen que nació igual pero devino alterada. José de la Mano ha reunido piezas de artistas españoles (y dos internacionales) creadas en los setenta y ochenta que tienen en común su distancia respecto a la impronta de los medios de masas. Hablamos de Luisa Rojo, Pablo Márquez, Pere Noguera, Rubén Tortosa, Paco Rangel, Joan Rabascall, AlcalaCanales y Regina Silveira y Claudio Goulart, y su reunión da lugar a una muestra histórica por lo poco habitual del objeto de estudio. Y sí, muy original.