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Apostar por la madurez

La Galería José de la Mano expone la obra de Noemí Martínez (Buenos Aires, 1934).

Según reza el catálogo: «Martínez cursó estudios en su ciudad natal en las Escuelas Nacionales de Bellas Artes Manuel Belgrano y Prilidiano Pueyrredón, muy pronto habría de trasladarse con su familia desde Argentina a España en la década de 1950. Instalada ya en Madrid se matricula en algunas asignaturas de la Escuela de San Fernando, donde entraría en contacto con artistas de la talla de Lucio Muñoz o Manuel Mampaso, con quien finalmente acabaría contrayendo matrimonio. A mediados de los años 50, esta escultora argentina también acudiría a las clases de Ángel Ferrant (1890-1961), que se convertiría en un auténtico referente artístico y docente a lo largo de toda su carrera profesional y donde conocería a otros escultores ya de su generación como José Luis Sánchez. Durante estos años bajo las enseñanzas de Ferrant comenzaría a modelar en barro y escayola, para pasar a interpretar más adelante, ya en la década de 1960, sus obras con la técnica del bronce a la cera perdida, siempre desde unos postulados informalistas. No obstante, y a pesar de que algunas de sus esculturas orgánicas estuvieron presentes en la célebre antológica Mujeres en el Arte Español. 1900-1984 del Centro Cultural Conde Duque de Madrid, la obra de Noemí Martínez había permanecido, sin embargo, como en el caso de otras muchas mujeres, silenciada hasta ahora en la estricta intimidad de su taller».

Encuentro a Noemí Martínez en la galería. Noemí fue compañera de trabajo en el departamento de Educación Artística en la Facultad de Educación durante casi veinte años. Con ella y en ella descubrí la pasión por enseñar, indagar en los materiales y aplicar el arte y los procesos creadores a las personas que más lo necesitan. Con ella comenzamos los primeros Seminarios sobre Arte y Mujeres en 1996 e iniciamos el máster de Arteterapia en la Universidad Complutense en 2000.

Es para mi un placer reencontrarla como una creadora plena, que realizó el año anterior otra exposición individual con sus últimas obras en el centro de Arte Moderno, en su faceta de artista, aspecto que nunca abandonó, pero que llevó como una segunda piel durante muchos años.

¿De qué época datan las piezas que expones?

Son de los años sesenta, aunque hay una anterior, la única que tengo, que guardo de la época de estudiante, cuando era estudiante con Ángel Ferrant.

¿Podemos ir comentando las obras, desde la más antigua a la más moderna?

Le tengo especial cariño a esta pieza porque, cuando vine de Buenos Aires, yo acudía como alumna libre a varios cursos de San Fernando y en la parte de escultura, todo en España era muy anticuado. Yo conocí a Mampaso por esa época y él me abrió el camino hacia el estudio libre que Ferrant tenía precisamente cerca de aquí. Ángel Ferrant, fue además de escultor un gran pedagogo e interesado en el dibujo infantil y la suya era una clase completamente libre en el modo en el que trabajábamos. Para mí era una delicia el estudio porque además de tener fotos y obras en las paredes, tenía muchas frases de gente célebre y a mi, como me gusta leer, siempre me ha encantado y yo he procurado siempre seguir así, recogiendo ideas y frases de creadores y pensadores. Era una clase completamente libre y yo tengo esta obra de 1954, a la cual tengo mucho cariño. El siempre decía que no hacía falta dibujar, que se dibuja con el barro, que hiciéramos muchos pequeños ejercicios y luego que el que más nos gustase lo pasáramos a un tamaño mayor. Lo hacíamos primero en barro y luego hacíamos el vaciado en escayola.

Yo me casé muy temprano, tuve los tres primeros hijos muy rápido y no tenía mucho tiempo para trabajar pero en la década de los sesenta, que empezaron los tres mayores a ir al colegio Estilo, empecé a trabajar en casa. Comencé a probar con distintos materiales, siempre me gustó el arte abstracto, yo venía de Buenos Aires. Me gustaba trabajar este tipo de armadura por la cual el material es el que me ha ido ayudando a crear piezas, dándome claves, y en aquel tiempo el equilibrio era un elemento que para mí era importante, además de dibujar en el espacio, influenciado por los escultores ingleses. Trabajé a partir de este armazón, que iba modelando con telas más o menos finas mojadas en escayola. Luego lo trabajaba de modo que no quedara liso. Y al secar, las iba pintando. En esta época realicé muchas, pero solo me quedan estas tres. Recuerdo que en esa época venían muchos amigos artistas a casa y me decían que era una pena que trabajara con materiales pobres, para ellos eran pobres. Ahora sí se puede, pero en aquella época estaba mal visto. Me animaron a que trabajara en bronce, por ello comencé a trabajar encima del armazón en vez de con escayola, con la cera.

¿Notaste mucha diferencia?

Pues sí, porque siempre me ha gustado mucho el barro, también la escayola. La cera tiene una parte dura, hay que calentarla para ir dándole forma. Las llevaba a Capa que era entonces la mejor fundición. Cuando la iba a buscar, lo usual era limpiar la huella de los moldes, pero yo las dejaba sin pulir ni limpiar porque me gustaban así. Creo que es interesante que alguna aparezca más pulida y el resto no. La última de aquí es de 1969.

Posteriormente he trabajado en esculturas mucho más grandes con malla metálica y con papel. Pude hacer unas muy grandes porque tenía un estudio muy grande. Ya no eran abstractas del todo, eran pseudo-humanas.

Y cuando ves estas obras, ahora que haces un tipo de obra muy diferente, con objetos encontrados, ¿qué piensas de estas obras?

A partir de la última exposición que hice, relativa también a los espacios de trabajo, creo que las obras se adaptan al espacio donde he trabajado. Tras estas obras, cuando trabajé en otro estudio grande, pude hacer obras más voluminosas y después he tenido que adaptarme a espacios muy pequeños.

¿Tu crees que las mujeres tenemos que adaptar nuestra obra, más que los hombres, a los espacios donde trabajamos?

Eso es porque queremos, no lo sé.

O porque no podemos…

O porque no podemos. Lo peor son los hijos, el tiempo que debes dedicar a los hijos. Nunca dejé de trabajar, pero con esculturas pequeñas, de objetos encontrados.

Y ahora, después de tantos años, cuando ves este período, ¿qué balance haces?

Estoy muy contenta de la oportunidad que me ha dado José de la Mano en exponer en su galería porque me ha dado la oportunidad de ver mi obra tan bien. Yo había hecho exposiciones colectivas pero no en este espacio, con esta luz y para mi es una alegría. Ahora estoy en un periodo que quiero seguir trabajando pero no siempre en lo mismo, ya veré que sale. Espacio tengo regular, pero uno va buscando cuando quiere.

¿Y ahora te encuentras en plenitud creadora?

Mira yo ahora recuerdo a Louise Bourgeois, que comenzó su carrera muy tarde. Ahora estoy tallando un tronco viejo, a ver qué sale… quiero empezar a tallar distintos materiales, a ver qué pasa.