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El arte de la fotocopia 1970-1985

Hace poco más de ocho décadas (1938) que Chester Carlson (1906-1968) inventara la primera máquina fotocopiadora. Con un simple gesto, presionar un botón, el usuario obtenía con gran rapidez, usando papel normal, un número ilimitado de copias secas. Nadie pensaba por aquel entonces que tan insignificante y rutinaria “acción”, practicada desde comienzos de los años 60 por artistas de muy diversos ámbitos –Pop Art, Fluxus, Mail Art, Arte conceptual, Arte en acción–, alteraría drásticamente la tradicional construcción y percepción de la imagen artística.

La máquina de fotocopiar se convirtió en el soporte y la herramienta tecnológica de la creación artística, facilitando un diálogo artista/máquina del que surgió una nueva estética, el Arte de la Fotocopia o Electrografía con una amplia variedad de técnicas –la imagen directa y el body copy, el copy motion, la sobreimpresión, la degeneración…– y un nuevo original –único e irrepetible–, tan productivo como ignorado, al pensar, entre otras cosas, que el automatismo de la máquina sustituía al artista y restaba protagonismo al proceso artístico. “Un original producido en ese espacio intersticial, mínimo y único donde”, como afirma Jürgen Olbrich, “la copia es más bella que el original”. De hecho, las alteraciones, deformaciones y distorsiones producidas por la Electrografía confirmaban que no existía un “original” susceptible de copiarse. La verdadera naturaleza del arte de la copia era, por tanto, la antítesis de la misma copia.

La nueva estética evolucionaría a lo largo de estas dos décadas despertando un gran interés en el ámbito de las poéticas dadaístas, surrealistas y pop que despojaron al objeto de su aura artística, y centraron, por el contrario, el interés en lo cotidiano y vivencial. Estados Unidos se convirtió, desde muy temprano, en un importante foco de actuación, teniendo como máximo exponente a Sonia Landy Sheridan, fundadora en 1970 del programa Generative Systems (1970-1980) en el Art Institute de Chicago, para impulsar la investigación, conocimiento, prácticas y difusión de la nueva estética. El principal objetivo artístico de Sheridan, la información visual, la condujo desde muy temprano hasta las fotocopiadoras. Entre 1969 y 1976 fue invitada como artista residente por 3MCorporation para investigar las posibilidades artísticas de su nueva máquina Color-in-Color. Como resultado de esta experiencia nació el departamento con el nombre del programa, donde los estudiantes podrían investigar la práctica del arte y la tecnología con las nuevas herramientas de comunicación y alterar la percepción del tiempo. Sin embargo, la mayor producción de obras electrográficas, fundamentalmente de corte conceptual, que irrumpió en el ámbito académico, social y cultural, se produjo en los países europeos Francia, Portugal, España; sin olvidar la valiosa y constante aportación desde América de Argentina o Brasil.

El cambio estético requería situarse, en opinión de Vicente Aguilera Cerni, “antes del arte”. La respuesta nos la da el propio ensayista y crítico de arte: “¿Qué significaba situarse “antes del arte? […] La hipótesis no puede ser más sencilla: rastrear el camino que va de la ciencia al arte […]”. Para ello se requería una metodología de trabajo que facilitara el reencuentro entre el proceso artístico y los métodos empíricos utilizados por la ciencia moderna. Por mismo camino transitaron Joan Rabascall (1935), Regina Silveira (1939), Pere Noguera (1941), Luisa Rojo (1946), Claudio Goulart (1954-2005), Pablo Márquez (1957), Paco Rangel (1960), AlcalaCanales [José Ramón Alcalá (1960) y José Fernando Ñíguez Canales (1961-1994)] y Rubén Tortosa (1964), los diez artistas que componen el proyecto EL ARTE DE LA FOTOCOPIA. 1970-1985 [cuando la copia se convierte en original] –parafraseando al artista y teórico francés Christian Rigal (1984)–. Cada uno con su forma y estilo, convencidos de dotar a la imagen de una nueva significación artística, se nutrieron de los medios y herramientas tecnológicas a su alcance, entre otros, la fotocopia, convirtiéndola en protagonista de sus procesos y discursos artísticos.
Esta exposición colectiva de carácter histórico, e histórica ella misma –pocas han sido las muestras dedicadas al arte de la fotocopia en nuestro país–, resulta oportuna en el panorama expositivo actual, donde el avance imparable del Big Data en el mundo del arte retrata, una vez más, el carácter innovador del diálogo ARTE/CIENCIA, siempre vivo y en permanente evolución. Al término del siglo XX la Electrografía o Copy Art se presentaba como un recurso creativo y experimental indiscutible en el campo “del anti-copyright, mediante la apropiación, la cita y la recuperación ecológica de imágenes preexistentes”. En el tercer milenio la Electrografía pervive, alejada de su genealogía, como un instrumento más dentro del amplísimo universo artístico y tecnológico del que se sirve el arte contemporáneo.

La muestra, organizada por la Galería José de la Mano de Madrid, reúne un destacado conjunto obras representativas de la estética del Arte de la Fotocopia –también conocido como Copy Art o Electrografía–, realizadas entre 1971 y 1988 por los artistas españoles Luisa Rojo, Pablo Márquez, Pere Noguera, Rubén Tortosa, Paco Rangel, Joan Rabascall, AlcalaCanales [Fernando Ñíguez Canales y J. Ramón Alcalá], y foráneos –Regina Silveira y Claudio Goulart. La exposición arranca en 1971 con dos trabajos del artista catalán Joan Rabascall, residente en Francia desde 1962, tituladas “No” y “Screen memory”. Su recorrido artístico siempre estuvo marcado por la crítica y el rechazo a la influencia, precisamente, de los Mass media y la masificación del consumo sobre la sociedad. También por el uso de variadas técnicas artísticas, entre ellas, la fotocopia combinada con numerosísimos collages, ensamblajes, fotografías, repeticiones y montajes texto/imagen.

Continúa la muestra con una selección de obras realizadas en los años setenta por la artista brasileña Regina Silveira. Pionera en el uso de los equipos multimedia, el video-arte y la fotografía, decide trabajar con la fotocopia desde comienzos de esta década por su bajo coste, accesibilidad y potencial comunicador. Convierte, así, al arte en un campo de batalla para la representación, estudiando sus límites, proponiendo, sin prejuicios, alternativas en la estrecha franja de la radicalidad estética. Sorprende el derribo continuo y transversal de las fronteras de su poética personal, Arte/Comunicación, experimentando con el sentido de ruptura a partir de la “lógica” percepción visual de los objetos y espacios, como puede verse en los tres trabajos expuestos: “Brasilia”, “Canterbury” y “Venecia”, fotocopias collage en blanco y negro, realizadas en 1972.

Le sigue el trabajo de la fotocopia como obra documento del artista catalán Pere Noguera, fijando su atención en el universo duchampiano, en lo anecdótico y cotidiano de los objetos de consumo; un diálogo inteligente e irónico con el lenguaje de la fotocopia, navegando entre las aguas del arte conceptual y la brisa del Pop Art. Los años ochenta comienzan con el trabajo del artista brasileño Claudio Goulart. Figura destacada y comprometida con el uso artístico de las nuevas tecnologías, desarrolla su actividad artística en Ámsterdam. Con un fuerte acento social, cultural y político –evidente en “Silent Movie” (1983)–, reflexiona sobre las cuestiones que afectan a la identidad, como se aprecia en “Who? Where? When? How? Why?” (1982). En su obra coinciden distintos soportes, estilos y técnicas: arte postal, libro de artista, fotografía, videoarte, instalaciones, registros de performances.
Se expone igualmente obra de AlcalaCanales –los valencianos Fernando Ñíguez Canales y J. Ramón Alcalá. Juntos o por separado, ambos artistas ocupan un papel fundamental en el desarrollo y consolidación del Copy Art en España desde los años ochenta, cuando dirigen su mirada hacia la fotocopia[dora] como soporte/medio, “pervirtiéndola” plásticamente con total libertad. Sus trabajos traducen en clave de las nuevas tecnologías su pasión por lo palpable, el matiz, la textura y el color.

La evocación del Pop Art cobra fuerza con el trabajo de la fotógrafa Luisa Rojo, artista de impecable trayectoria unitaria, coherente e innovadora, siempre respetuosa con la técnica y el soporte, centrada en el análisis de las transformaciones de los procesos de reproducción de la imagen. La particularidad de su estilo, esencialmente vitalista, reside en el modo en que nos sumerge instintivamente en el campo de la abstracción y articula la sinergia entre técnica/expresión y arte/sociedad. De la misma manera, lleva a cabo una investigación formal, que transgrede los límites de la fotografía tradicional e interpreta al mismo nivel forma y contenido. Sobre ambos, la fotocopia y el color interactúan, recalando, una y otra vez, en el sentido crítico e irónico de la repetición variada de la imagen única.

Cabe señalar la presencia del artista valenciano Rubén Tortosa y el castellonense Paco Rangel. El trabajo de Tortosa abarca ya más de tres décadas de trabajo ininterrumpido dedicado al uso de la tecnología digital en el campo de la creación. Lo digital convertido en sustrato de comunicación artística, en la base de un discurso pensante en el tiempo y el espacio, en un lugar común para el mestizaje técnico y la interacción de datos, imágenes, materia… con los que transferir la diversidad de la mirada de lo conocido/desconocido y, así, “activar” al “usuario/espectador” como parte de la creación artística.

Por su parte, Paco Rangel, creador autodidacta procedente de la pintura, obtiene un temprano e importante reconocimiento internacional dentro del campo del Copy Art. Descubre la electrografía a finales de los setenta, creando la técnica autodenominada “electrotransferencia”; un proceso por el cual las fotocopias son combinadas, compuestas o transferidas a distintos soportes mediante el uso de disolventes dando paso así a los llamados “yesos electrográficos”. Sus trabajos ahondan en la cualidad instantánea, la capacidad transformativa de la máquina y la transparencia de las imágenes electromagnéticas.

Termina el recorrido cronológico con el trabajo del madrileño Pablo Márquez “La Loba y la luna” (1988), una serie de imágenes extraídas de la televisión, transformadas en secuencia de luces y sombras, fotocopias y fotografías habitando la naturaleza del silencio. A lo largo de cuatro décadas de trabajo, en su arte la música y la literatura han ido ocupando un lugar cada vez más destacado al igual que la fotocopia, convertida bien en soporte bien en herramienta, tan presente como oculta, tan versátil como reveladora.

Por último, cabe señalar la realización ex profeso para esta exposición de la obra “Copy Totem & The Second Operator” por José Ramón Alcalá y Rubén Tortosa ; () misan. Tres décadas después de que José Ramón Alcalá y Fernando Canales (Alcalacanales) realizaran su instalación interactiva de fotocopiadoras en el Espai de Art Contemporani de Valencia, y un cuarto de siglo después de que Rubén Tortosa creara la instalación-performance de fax art La Activación de la Superficie Plana en el Centro Colón de Madrid, Alcalá y Tortosa se unen ahora para crear una nueva instalación interactiva que revise los planteamientos desarrollados en estas dos instalaciones históricas. El proyecto común que ahora se presenta en la galería José de la Mano en forma de instalación interactiva propone un diálogo entre cada una de las obras y elementos que la componen. Así, Alcalá incorpora, reconstruyendo y recontextualizando, algunas de las piezas históricas de Alcalacanales que conformaban la mencionada instalación de 1987 y su posterior versión de 1988 (Totem). Por su parte, Rubén Tortosa, con la colaboración del ingeniero de sistemas computerizados Miguel Sánchez [ambos bajo el pseudónimo Rubén Tortosa ; () misan] realizan The Second Operator, obra instalativa en la que la vieja máquina fotocopiadora analógica (ahora desnudada, al ser desprovista de sus carcasas) es forzada a funcionar de nuevo, pero conectada a un pequeño ordenador en red que recopila, en una base de datos, la información a partir de las ventas de obras de arte que se producen en diferentes subastas internacionales.

Mónica Carabias Álvaro, comisaria