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El día que 11 artistas españoles «asaltaron» el Guggenheim de Nueva York, gracias a «La Mr. Marshall del arte»

Hoy la idea resulta casi impensable. Y sin embargo ocurrió. Hubo un momento en el que el arte contemporáneo de nuestro país se situó en el foco de la modernidad mundial, cuando Nueva York fue tomado al asalto por algunos de los mejores artistas españoles vivos. La principal responsable de ello fue una norteamericana, Margit Rowell, quien entre 1978 y 1980 recorrió España de punta a punta para seleccionar lo mejor de nuestros jóvenes creadores y presentarlos en bandeja al público neoyorquino.

A finales de los años 70 del pasado siglo, nuestro país acababa de despedir una dictadura nacionalcatólica de cuatro décadas y se disponía a abrazar, casi sin transición, la modernidad más radical. Aquel caldo de cultivo en pleno burbujeo debía forzosamente despertar el interés entre los cazadores de tendencias culturales más avispados.

Margit Rowell (1937), comisaria del Museo Solomon R. Guggenheim, recibió de la institución el encargo de seleccionar un grupo de nuevos creadores españoles para montar una exposición dedicada a la actualidad de nuestra escena artística. Así que se plantó en Madrid en 1978, decidida a cumplir su misión con la ayuda de una férrea agenda: en los siguientes dos años llegó a visitar hasta 90 estudios de artistas.

Bienvenida, Mrs. Rowell

«Margit debió de hacer unos tres o cuatro viajes a España», recuerda el creador José Luis Alexanco, el último en entrar en la selección. «Contactó con varias galerías, y pronto se corrió la voz de cuáles eran sus intenciones, con lo que todo el mundo se puso como loco». ¿Un poco al estilo Bienvenido, Mr. Marshall? «No es mala comparación, en efecto», admite entre risas. «Pero enseguida dio con la galería Vandrés, con la que hubo especial entendimiento y que puso a su disposición a una de sus empleadas, Blanca Sánchez, que la acompañaba en sus viajes sirviéndole de guía».

Vandrés era un proyecto conjunto de Fernando Vijande y su socia y pareja, la rica norteamericana Gloria Kirby. Vijande, ‘golden boy’ turbulento y seductor vocacional, había traído aire fresco al galerismo español con sus maneras cosmopolitas y unas prácticas empresariales que incluían mantener a los artistas en nómina. Como sugiere Alexanco, el encuentro entre Vijande y Rowell resultó sumamente fructífero.

La selección final abarcó un grupo de 10 nombres: Jordi Teixidor, Darío Villalba, Zush, Guillermo Pérez Villalta, José Luis Alexanco, Sergi Aguilar, Carmen Calvo, Teresa Gancedo, Muntadas/Ginés Serrán-Pagán y Miquel Navarro. Originalmente, «solo» los cinco primeros pertenecían a la escuadra de Vandrés. Pero pronto Vijande amplió el número hasta un total de siete, y el día de la inauguración en el Guggenheim él mismo cobraría tanto o más protagonismo que cualquiera de ellos.

Chillida habla de tú a tú a Wright

Solo hay que ver las fotos de aquella noche del 20 de marzo de 1980 para atestiguarlo. La ocasión era histórica, pues no se había registrado con anterioridad semejante ‘asalto’ español a la capital artística mundial. Además de ascender por el pasillo helicoidal del museo, la exposición, de casi un centenar de piezas, se extendía a una segunda sede, la Hastings Gallery del Spanish Institute.

Se daba la coincidencia de que además Teixidor exponía en el PS1 del MoMA. The Kitchen, un espacio experimental dedicado a la performance, presentaba trabajos registrados en vídeo de Alexanco y Muntadas. Y, sobre todo, en el piso inferior del propio Guggenheim se abría también una antológica de Eduardo Chillida. Del artista vasco era una imponente escultura de varias toneladas de peso que se ubicó frente al edificio, hablando de tú a tú a la obra arquitectónica de Frank L. Wright, de manera que sirviera como anticipo de lo que aguardaba en su interior.

La escuadra española de pleno viajó a Nueva York para la vernissage, en la que cundió un ambiente de euforia generalizada: las imágenes nos muestran a los asistentes sonriendo con arrebato, y las peanas dedicadas a sostener las esculturas sirviendo como apoyo de copas vacías y platos de comida. Aquella fue solo una de las muchas fiestas que se organizaron durante esos días.

‘Papá Vijande’, el galerista celoso

El valenciano Miquel Navarro, otro de los artistas seleccionados, lo recuerda con nostalgia no exenta de vitriolo: «Hubo muchos cócteles y conocimos a muchísima gente, y Vijande hacía el papel de papá de todos nosotros. Y como todo papá también era un poco celoso, porque cuando venía un galerista americano y nos daba su tarjeta, él nos la arrancaba de las manos y…». ¿La hacía pedacitos? Navarro ríe enigmático: «Bueno, no puedo decir lo que hacía con ella. Pero vamos, no le gustaba nada. De todos modos aquello fue importantísimo para nuestras carreras. A mí, por ejemplo, me seleccionaron como uno de los mejores escultores españoles del momento para otra exposición en Washington».

Apenas un año después de todo aquello, la pareja personal y profesional que formaban Vijande y Kirby se rompería, y el primero abriría su propio espacio, ya con su nombre, en un garaje de la madrileña calle Núñez de Balboa. Del mismo modo que antes había operado como agitador cultural del Madrid de los confusos años de la Transición, Vijande se las arregló para situarse con su nueva galería en el epicentro de la Movida que acababa de estallar con eventos como la exposición inaugural dedicada a los Costus o la mítica de Andy Warhol por la que el rey del pop-art viajó hasta nuestro país. Al parecer, el galerista albergaba ambiciosos planes de futuro, pero no pudo materializarlos por su prematura muerte, en 1986. En cuanto a Margit Rowell, abandonó el Guggenheim tres años más tarde para proseguir su carrera en prestigiosas instituciones como el MNAM de París o la Fundació Joan Miró de Barcelona.

La muestra de la memoria, en José de la Mano

Casi 40 años después, la galería madrileña José de la Mano rescata aquel momento dorado de nuestra historia cultural. La muestra que allí comisaría Alfonso de la Torre incluye una treintena de las obras que en su día recalaron en Nueva York —muchas de ellas guardadas desde entonces en sus cajas originales—, y documentos visuales tan valiosos como la grabación en vídeo de Soledad Interrumpida, la performance de Alexanco con música de Luis de Pablos, que entonces pudo verse en The Kitchen.

En conjunto, y pese a las limitaciones impuestas por el espacio, se trata de una exposición insólita para una galería privada, y se encuadra más en la línea que puede esperarse de un museo de arte contemporáneo. Además reivindica la importante labor realizada por Margit Rowell, quien pretendía alejarse de los tópicos asociados a lo poco que hasta entonces se conocía internacionalmente del arte español de vanguardia —el informalismo expresionista heredero de la «beta brava» romántica— con una apuesta más cercana a lo minimal, lo conceptual, lo lírico y lo objetual.

«A posteriori, casi todos los artistas seleccionados han pasado el filtro del tiempo», destaca el galerista José de la Mano. «Y estamos especialmente satisfechos de volver a dar luz a alguien un poco olvidado como es Zush». Alberto Porta, luego conocido como Zush y actualmente como Evru, es uno de los artistas españoles más inclasificables del pasado siglo, de carácter tan escurridizo como su propia obra, y presenta en la muestra un lienzo de gran formato (casi dos por tres metros) de sereno y meticuloso lirismo.

Los dibujos y esculturas de Sergi Aguilar o Miquel Navarro, los collages de Alexanco o Gancedo y los ya clásicos «encapsulados» de Darío Villalba nos deparan otros de los mejores momentos de la muestra.

Aparte de una excelente exposición, esta New Images from Spain de José de la Mano es la prueba material de que, en efecto, hace unos cuantos años el arte contemporáneo español arrasó en Nueva York. Ah, los buenos tiempos perdidos.