El galerista madrileño José de la Mano recientemente descubrió el taller de obra de la artista brasileña Irene Buarque para presentarla en España por primera vez. En el marco de la feria de arte contemporáneo de Madrid (ARCO 2018), varios de los “Círculos” que la artista produjo durante la década de los 70, destacaron asimétricamente organizados en una gran pared del stand. Conversamos con el galerista sobre su destacada labor en sacar a la luz la geometría que, con los años, ha sido pasada por alto.
De São Paulo a Lisboa
Irene Buarque (São Paulo, 1943) empieza sus estudios en arte con 21 años en la Facultad de Artes Plásticas de la Fundación Armando Álvares Penteado, en su ciudad natal. Con apenas 24 años, Buarque participó en la IX Bienal de São Paulo; al año siguiente, mostró sus trabajos en una colectiva celebrada en la Universidad de Nueva York (NYU); y en el 1971, abrió su primera exposición individual en la galería Ars Mobile de São Paulo, una muestra en la que se exhibieron varias de sus pinturas realizadas con acrílico sobre madera.
Estudiando el formato circular y explorando las posibilidades del color, Buarque iba encaminada resolutivamente hacia el estrellato cuando, en 1973, ya habiéndose hecho un nombre en Brasil, la artista decide mudarse a Portugal becada por la Fundación Calouste Gulbenkian. Que una mujer soltera se aventurara a descubrir un nuevo continente para continuar su carrera en arte resultó rompedor, pero a su llegada a Lisboa el prestigioso crítico de arte, José Augusto França, afirmó que “Buarque no tenía nada que aprender de los portugueses en lo referente a la pintura”. Sin embargo, el reconocimiento no fue continuado ni constante en la aún floreciente carrera de Irene Buarque.
El régimen autoritario de Salazar instauró el llamado “Nuevo Estado”, con serias consecuencias en el desarrollo social y cultural de Portugal. “Llegué a una Lisboa triste y desolada“, afirma Buarque, encontró grandes dificultades para relacionarse en esta nueva sociedad además del sometimiento de la dictadura. No fue hasta 1974, con la Revolución de los Claveles, que el régimen vio su final. A partir de entonces, se empezaron a regenerar estas esferas, sin embargo, los artistas geométricos no eran recibidos con alta estima, pues en Europa aún dominaba ampliamente la tradición figurativa y el arte abstracto no generaba compenetración ni en espectadores ni en coleccionistas.
Muralhas
En agosto de 1975 llegó su primera exposición individual en la Fundación Gulbenkian. Tuvo por título “Murallas”, una palabra simbólica no sólo en referencia al momento histórico sino también en relación a su sensación de no encajar en tan ajeno contexto. Antes de la caída de Salazar, Buarque ya había iniciado la producción para la exhibición, pero apenas cayó el régimen, su creatividad se empezó a desplazar en distintas direcciones. Según explica la galería José de la Mano:
“La caída del régimen dictatorial impuesto durante 48 años, fue [un hecho inmensamente] significativo para ella. No solo favoreció su integración en el país, sino que le influyó también positivamente a nivel artístico. El cambio puede apreciarse claramente en las obras que integraron su muestra en la Fundación Gulbenkian. En las ocho que pintó antes del estallido, la artista hacía uso de una paleta de tonos más apagados, mientras que las once que pintó después estaban protagonizadas por vivos colores. Fue entonces cuando el rojo entró por primera vez en sus composiciones. En ellas volvió a hacer uso del formato de madera circular y el acrílico, pero en esta ocasión, sus geometrías estaban formadas por paralelogramos similares a las murallas”.
Era un jardín inmenso, maravilloso y mis obras estaban expuestas sobre la grava, apoyadas en caballetes imperceptibles que se confundían con la tierra
–Irene Buarque
La exposición fue recibida con aclamación de la crítica y el público por igual. Según lee la nota de prensa de José de la Mano para ARCO 2018, Buarque “fue la primera extranjera en exponer en las salas de la institución. Según relata la artista, en esta época una de sus mayores alegrías fue ver cómo “La fundación, que hasta entonces había sido una ‘isla’ en Lisboa en términos de acontecimientos culturales (únicamente frecuentada por la élite intelectual), de repente, comenzó a ser visitada por todo tipo de gente. Era un jardín inmenso, maravilloso y mis obras estaban expuestas sobre la grava, apoyadas en caballetes imperceptibles que se confundían con la tierra”.
Una misión de rescate
Es la motivación de José de la Mano, redescubrir artistas que no han tenido la visibilidad que merecen en su época de mayor auge. Su labor ha estado centrada especialmente en el resurgir de la geometría española, destacando artistas como Manuel Calvo, Tomás García Asensio, el Equipo 57, Luis García Núñez (mejor conocido como Lugán) y el Centro de Cálculo de la Universidad Complutense, entre otros que han sido exhibidos en sus espacios de la calle Zorrilla de Madrid. En nuestra entrevista –publicada en Benshimolarte el año pasado– De la Mano contaba que uno de los integrantes del Centro de Cálculo, le confesó que fue en ese espacio que se facilitó la ocasión para por primera vez “dar visibilidad a toda una generación de jóvenes pintores, que ni siquiera sabíamos cómo era eso de vestirse de artista”.
Algo similar ocurre ahora con Irene Buarque, una artista que se ha mantenido en silencio en su taller, produciendo obra, sin demasiada atención. Es por esto que el galerista traza una comparativa entre la situación de Buarque y el caso de Carmen Herrera, quien en 2016, con 101 años, logró su primera gran retrospectiva en un museo: Carmen Herrera: Lines of Sight, en el Whitney Museum of American Art. Sin embargo, Buarque es considerablemente más joven que Herrera y tiene aún mucho camino por recorrer. Actualmente, la artista reside en Lisboa, donde tiene su taller y aún continúa produciendo obra.