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La realidad en blanco y negro de Gerardo Vielba

Como un voyeur asomado a través de un pequeño agujero en la pared, observando por una rendija de luz lo que ocurre al otro lado, así se siente uno cuando contempla la exposición de fotografías de Gerardo Vielba en la Galería José de la Mano (c/ Zorrilla, 21, Bajo derecha). Ésta ha sido considerada por José Aymá, fotógrafo del periodico El Mundo y gran retratista, como una de las exposiciones imprescindibles de PhotoEspaña, el festival en el que se engloba la muestra de la que hoy os hablamos.

Gentes de todo rango y condición se pasearon por el objetivo de la cámara de este fotógrafo, nacido en Madrid en 1921, quien durante la primavera de 1962 vivió en París y retrató de una manera directa a sus gentes. Vielba “vagabundeó” por la ciudad del Sena, una ciudad que describía como llena de “tiendas pintorescas, típicas madamas con sombrero y bolsa de la compra, gente en “pecera”, negros en Notre Dame, niñas jugando en los jardines…”.

Gracias a ese abril mágico en el que con su cámara colgada al hombro retrató la vida cotidiana de los parisinos, congelando sus instantes para siempre, obtuvo en 1962 el Premio Nacional de Bellas Artes en la categoría de fotografía con la obra Vía del recuerdo, realizada, precisamente, durante su viaje a París ese mismo año y que se encuentra entre las 18 obras expuestas.

París, ese lugar único que en los años sesenta evocaba la modernidad, una forma de vida y de relacionarse muy distinta a la que se veía en España en ese momento, fue captado por Vielba en sus escenarios, como en Niveles en los quais o Sin título 1 2.

Pero también en sus gentes que desarrollaban sus quehaceres o trabajos cotidianos: floristas, señoras dialogando en la calle, personas comiendo en los cafés o arreglándose en el baño en unos grandes almacenes. Su objetivo se manifiesta tan atento y juguetón como sus Niños del Louvre o los callejeros de Juegos.

Dieciocho fotografías en las que se muestra la agudeza y la maestría de su quehacer a la hora de captar pequeños instantes sólo perceptibles a los ojos de un maestro como él. Un maestro en todos los sentidos, ya que durante años la labor de Vielba como conferenciante logró difundir la historia de la fotografía por gran parte de nuestro territorio nacional. Su empeño era mostrar la capacidad del lenguaje fotografíco como medio de comunicación y como forma de expresión plástica independiente.

Ya desde la década de los años 70, Vielba organizó y promovió un buen número de exposiciones y cursos que pretendían promover el lenguaje fotográfico sobre todo entre los más jóvenes, con el convencimiento de que éstos serían los que debían de tomar el relevo en el campo de la experimentación fotográfica. Sus esfuerzos tuvieron recompensa y Vielba se conviritió en maestro de una notable generación de autores que nacieron al resguardo del movimiento fotográfico universario que él impulsó. Por esta labor en el año 1988 recibirá la Medalla de Oro de la Universidad Politécnica de Madrid en reconocimiento a su actividad docente.

Tras su muerte en noviembre de 1992 nos dejó un importante número de textos y escritos, entre los que destaca su “Historia de la fotografía española” en las Actas del I Congreso de Historia de la Fotografía Española. Pero sobre todo tenemos sus imágenes. Esas fotografías que siguen siendo de una actualidad absoluta, que nos retratan a nosotros, con nuestras virtudes o defectos, en nuestros días de risa o llanto, y en esos días de solaz veraniego en los que perezosamente nos dejamos descansar en el suelo recogiendo los rayos del sol que nos dan la fuerza y el alimento.

Asi que ahora que por fin ya ha llegado el verano, ¿por qué no dejarse uno llevar al París de 1962? Hasta el 30 de julio tenemos oportunidad de ello sin tener que coger el avión, tan sólo tenemos que ir a la Galería José de la Mano, allí nos esperan París y sus gentes congeladas en un instante.