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Lugán y la Bienal de São Paulo de 1973

La galería José de la Mano acoge, hasta mediados de noviembre, la exposición “LUGÁN y la Bienal de São Paulo de 1973” dedicada a la obra del artista madrileño Luis García Núñez, conocido como LUGÁN.

LUGÁN es uno de los artistas españoles más heterodoxos e interesantes del panorama artístico español de la segunda mitad del siglo pasado. Inició su producción artística con obras de figuración constructivista y más tarde abstracción geométrica; sin embargo, fue su trabajo como técnico electrónico en Telefónica lo que le llevó a aplicar estos conocimientos a su actividad artística con la creación de obras audio-visuales-táctiles y espectáculos cinético-musicales. Su paso por el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid le permitió relacionarse con filósofos, semiólogos y científicos que le acercaron al conocimiento de las más novedosas aportaciones estéticas de su momento.

«Un objeto de Lugán no es lo mismo mudo que sonando»… Así se refiere en el texto de presentación del catálogo de la Galería Vandrés a la característica fundamental de las obras que se presentaron tanto en la galería como en la Bienal de São Paulo de 1973.

Los objetos de Lugán nunca son lo mismo sin todos sus atributos: tacto, oído y visión. Las percepciones devenidas de estos sentidos: color, forma, espacio, textura, temperatura, luz y sonido, integran la obra de arte y las combinatorias entre ellos dan los resultados que amplían las posibilidades perceptivas. Éste es el razonamiento de Lugán para utilizar técnicas con las que dotar a las piezas de estas características. Sin embargo, se puede apreciar que en todo ello hay un engaño: la tecnología esconde su atractivo muy mal en Lugán, el ingenio acaba en él siendo siempre producción estética. Para empezar, los títulos de las obras: Ritmo luz-sonido sobre una esfera, Seis grifos sonoros, Ocho variaciones tacto sonido, Cantos aleatorios de una máquina, Variaciones esféricas tacto-temperatura y Simbiosis luz-sonido, son versos de un poema futurista.

Las seis piezas que presentó en el Pabellón español de la Bienal de São Paulo podrían no haber existido, solo el planteamiento teórico de sus títulos ya son una contribución al arte. Pero arte es hacer objetos a partir de la nada, llenar lo vacío, construir con el conocimiento donde antes no había nada.

Lugán con circuitos, transistores, cables, bobinas, relés y un sinfín de recursos electrónicos pinta la nueva diosa de la nueva estética computacional: la Artificialidad. Su ruptura con el arte anterior es monumental, la Naturaleza cede el paso a lo artificial, ya no es el hombre el centro de nada, las obras del intelecto y del ingenio humano pasan a ser el centro de la creación, el centro de la investigación, el centro del arte. Lo creado por el hombre es ahora más importante que el propio hombre, el cuerpo del arte deja de ser el cuerpo humano y el cuerpo artificial toma su lugar. Alan Turing en su Juego de la imitación establecía una serie de pruebas con las que se podía demostrar si un interlocutor desconocido era una máquina o no; sentaba las bases de la Inteligencia Artificial. En la actualidad los cuerpos artificiales nos rodean (teléfonos, ordenadores o tablets) y el gran cerebro electrónico no funciona según las normas de los cerebros naturales, a través de conexiones neuronales; el gran cerebro artificial se llama Big Data, y no es otra cosa que una inmensurable cantidad de datos que los cerebros electrónicos sí son capaces de procesar.

Los circuitos electrónicos de Lugán de 1973 se adelantaban en treinta años a las direcciones de la Sociedad de la Información que surgen con fuerza con el nuevo milenio. Son piezas que proponen la creación en grupo, tanto Seis grifos sonoros como Ocho variaciones tacto-sonido, son obras que adelantan el juego en red, en comunidad, el resultado sonoro de la obra es la aportación de la interacción entre varios espectadores. Y la utilidad de las obras de Lugán es su potencialidad para poner en contacto a seres humanos, es la de formar comunidad, trasvasar conocimiento, construir redes de información. Y sí es muy importante que las obras de arte tengan una utilidad, su utilidad es parte alícuota de su poder estético y el arte de Lugán es útil.

Cuarenta y dos años después hemos abierto algunas cajas con obras sin desembalar desde la Bienal y aparecían piezas que brillan como entonces, que funcionan como entonces y que no han perdido la polisemia y la carga conceptual que quizá hoy sea más perceptible que ayer.