TEST CONTENT.PHP

New Images from Spain. Guggenheim NY, 1980

La noche del jueves 20 de marzo de 1980 The Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York abría al público su exposición New Images from Spain, mientras que el día anterior ya se había inaugurado la correspondiente sección en papel en la cercana Hastings Gallery de The Spanish Institute. La comisaria, Margit Rowell, después de ir visitando desde 1978 por toda la geografía española casi un centenar de estudios, seleccionaría para esta muestra a una decena de artistas (Sergi Aguilar, Carmen Calvo, Teresa Gancedo, Antoni Muntadas/Germán Serrán Pagán, Miquel Navarro, Guillermo Pérez Villalta, Jordi Teixidor, Darío Villalba y Zush, añadiéndose a ellos José Luis Alexanco en Hastings Gallery) y de todos estos nombres casi un centenar de piezas. Cerca de cuarenta años después, la Galería José de la Mano rescata, en algunos casos sacándolas incluso de las cajas originales en que viajaron a Nueva York, treinta y cuatro obras presentes en aquella mítica exposición. Con motivo del proceso de documentación de este proyecto de la Galería José de la Mano, incluso se ha localizado –y se proyectará al público por primera vez– el video inédito de la performance “Soledad Interrumpida” de Alexanco y Luis de Pablo que aconteció en Nueva York la primera semana de abril de ese 1980.

El actual comisariado y texto de Alfonso de la Torre permiten rescatar la memoria de esta incomprensiblemente obviada exposición por la bibliografía más reciente, así como comprender en el contexto de la Transición española la relevancia histórica de esta muestra, celebrada tras la polémica Bienal de Venecia de 1978.

Estas exposiciones no fueron actos únicos, sino concebidos a la par que la imponente antológica de Eduardo Chillida, inaugurada en el mismo espacio y tiempo, estableciéndose así “una confrontación de generaciones”. A resultas de lo cual, el Museo curvo de Lloyd Wright fue tomado en ese tiempo por instituciones, personalidades, gestores y artistas de nuestro país, creadores jóvenes o consagrados, ya estuvieren presentes o no en la exposición, deviniendo una auténtica primavera española con ocasión de las inauguraciones, a la par que se generaba, o reeditaba, un secular debate sobre el concepto de “lo español”. También apéndice extraordinario de este proyecto fue la presencia de José Luis Alexanco con Luis de Pablo, o la presentación de Muntadas, en otro fundamental y mítico espacio performativo neoyorquino, “The Kitchen”, en donde los primeros presentaron la extraordinaria e inquietante “Soledad interrumpida” (1971), cuyo título parecía un presagio poético de un nuevo tiempo. Coincidía, también en “The Kitchen” con la obra de Muntadas. “Personal/Public”. Finalmente, quedaban programadas diversas tertulias sobre nuestro arte en el contexto de la exposición, también visitas a la misma reservadas para coleccionistas. Fueron días muy intensos.

Completaría esa verdadera toma de nuestros artistas en Nueva York, la presencia de la obra de Teixidor en el programa del MoMA denominado PS1. Y, según concluyera nuestra presencia en el Guggenheim, llegaba al MoMA una gran exposición picassiana, por si no fuera suficiente, no cabía duda, aquel era “el año del arte español en América”. La comisaria parecía contestar a otra mítica exposición del pasado: Nueva Pintura y Escultura, celebrada en el MoMA, verano de 1960 y la presencia centinela de Chillida, lo simbolizaba en los ochenta. Coincidente la exposición de Chillida junto a los más jóvenes aquel 1980, Rowell realizaba una singular elección de artistas que escapaban de ciertas consideraciones ortodoxas, máxime si sabemos ahora que la selección de esos nueve creadores se produjo tras la visita a casi un centenar de estudios.

¿Cuáles eran las características de la selección? En nuestra opinión, ese alejamiento de actitudes informalistas o vinculadas a los realismos post-pop, también un desdén hacia la autoridad de las vanguardias internacionales, siendo artistas en buena parte encontrados en un mundo ordenado y a veces de esencia constructiva (Aguilar, Navarro o Teixidor rozaban actitudes conceptuales y mínimal), recopiladoras y objetuales (Calvo y Gancedo) o embargados en una grafía poética de honda resonancia intelectual (Zush y Alexanco), mitologías personales. Alexanco era modelo de artista independiente, capaz, como en este proyecto de estar o no estar, libre y ensimismado, enfrascado en una obra de extraordinaria complejidad. Y tal era ese aire solitario, esa distinción, lo que captó la atención de Rowell, tal era el caso de Sergi Aguilar, relacionaba su trabajo con el constructivismo ruso y con cierto minimalismo norteamericano. Se aproximaba a cuestiones que Teixidor proponía: la huida de los juegos formales y la indagación en torno al fuego que consume las imágenes. Mostraba Carmen Calvo esa arqueología de lo imaginario, reveladora ya de un extraordinario interés por la ceremonia de lo objetual, en tanto que Miquel Navarro mostraba la condición de escisión del ser en el mundo moderno reconociendo el fragmento, como inalienable materia de expresión. Darío Villalba encarnaba nuevas actitudes en la representación desde su encuentro, tan inspirador, con la imagen fotográfica. Algo similar, su diferencia, era el caso de Pérez-Villalta. Temblaba la pintura en el instante, tal artistas despojados, enfrentados a sí mismos y a su pensar. O, en el terreno del video arte, el trabajo diferenciado, alejado del contexto español y tan visionario, de Muntadas/Serrán Pagán. Margit se ocupó de insistir en el catálogo sobre cómo eran creadores con un universo restringido utilizando un material que les era propio, a la par que significaba era la primera generación que no tenía necesidad de expresar ideario político en su obra, la subjetividad e imaginación serían sus únicas guías. Era valiente Rowell, si apreciamos el contexto de esas afirmaciones. Junto a ello, en alguna entrevista observó que prevalecía en su trabajo “la calidad y la originalidad”, habiendo percibido “mucha originalidad”, también “la existencia de una sensualidad, una luz, una materia”.

Desde la justa evocación al hermoso catálogo diseñado por Malcom Grear, el recuerdo de la comisaria de aquella aventura mostraba su deseo de dar a conocer en Norteamérica nuestro arte desde un punto de vista poco esperable, “fresh, original and provocative” y apuntaba la posibilidad de crecimiento de una España moderna que aparecía en el horizonte, “una nueva imagen de España” en palabras de Zush, tras el enfriamiento del informalismo. ¿Estilo Margit Rowell, en palabras de Pérez Villalta? Buena parte del sentido de la elección de los artistas tuvo que ver con su aire solitario, sentimiento de aislamiento, honesta soledad y diferencia acusada que muchos de ellos siempre conservaron, y vuelta a la historia secular de los creadores: una distinción embargada en la fértil soledad que tanto ha acompañado a los artistas en la historia del arte.

Alfonso de la Torre, comisario