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Pere Noguera, la palabra primero

Pere Noguera (La Bisbal, Girona, 1941), artista todavía en activo y que fue uno de los principales representantes de las tendencias experimentales y conceptuales catalanas a principios de los años 70, no exponía en Madrid desde su participación en la muestra Fuera de Formato, en el Centro Cultural de la Villa, en 1983. Su único precedente fue una exposición individual en la ya desaparecida galería Juan Más, en 1976, dentro del proyecto colectivo Polémica, que agrupó a galerías como las ya extintas Studio Levy, Ovidio o Buades, que expusieron todas a artistas catalanes.

Leer es el inicio, 1974 reúne dos series de obras, fechadas ambas en aquel año, de distinto signo y un denominador común: un uso lúdico del lenguaje. Una fotografía ampliada a gran tamaño muestra al artista trabajando en su taller con cartulinas en el suelo sobre las que distribuye azarosamente páginas del periódico El Correo Catalán. Luego, pinta con tinta los huecos que quedan entre ellas, siendo el resultado estructurado -y de apariencia minimal– en unas ocasiones, y en otras más anárquico. Así se conforman poco más de media docena de dibujos abstractos en los que el lenguaje ha sido sustituido por el vacío y el vacío colmado de un color neutro.

El segundo grupo, más numeroso, unas 15 obras, se sirve de tampones gráficos con inscripciones como: «Reembolso», «Cobrado» o «Asegurado en La Constancia», mediante los que compone piezas que conjugan lo banal de su enunciado, aunque no podamos eludir cierta resonancia económica o social, con su visual presencia «poética», que transforma lo vulgar en objeto atractivo.

Esa resonancia nos remite a una España aún bajo la dictadura que daba los primeros pasos en una todavía precaria sociedad de consumo, que Noguera hizo evidente en sus series de objetos cotidianos cubiertos de barro y aún más en sus obras realizadas con cachivaches domésticos -una caja de dentífrico Kemphor, una botella de Martini, las pinturas Alpino, una cajetilla de Celtas- con sus etiquetas fotocopiadas en blanco y negro, fijadas a los objetos, y de modo más hilarante en su Serie conceptual sobre el botijo, de 1976, encargada a un artesano y que constaba de ocho botijos a los que modificaba alguna de sus funciones.

Interesada por figuras relevantes de las vanguardias de los años 60 y 70, la galería José de la Mano anuncia para una próxima exposición de este artista una revisión de su proyecto La fotocopia como obra documento a la que yo añadiría otra más, igualmente necesaria y nunca vista en Madrid, su monumental serie fotográfica Archivo iniciada también en 1974 y todavía en curso.