El ARCO 2020 detrás de la máscara
ARCO 2020 empieza casi, casi como acabó en 2019: con un problema relativo a su naturaleza: si en la edición anterior la polémica se generaba el último día con el nombramiento de Manuel Segade como posible comisario del salón, pese a la incompatibilidad que podía suponer su cargo público con el desempeño de actividades en un entorno comercial, este febrero nos desayunábamos con una sentencia que pone en entredicho su sistema de selección de concurrentes, al entender esta que su naturaleza de institución pública le obliga a regirse bajo los criterios de contratación de empresa pública. Unos nubarrones que, en cierta manera, afean la puesta de largo de Maribel López como directora, ya en solitario, de la feria madrileña. Lo cierto es que las acusaciones esgrimidas por el demandante son serias y, antes o después obligarán a tomar decisiones.
Y como se supone que este debería ser un texto que les sirva a ustedes de guía para moverse por lo mejor de la edición que hoy abre sus puertas, si me aceptan la broma al atender a uno de los «puntos calientes» de la sentencia (el de que las galerías del comité de selección se votan a sí mismas y se dan mejor nota que a todas las demás), sus pasos deberán dirigirse de inmediato a los estands de las que lo conforman el de este año, que para eso son, a su juicio, las más sobresalientes: De Vermelho a Vera Cortés; de Polígrafa a Mor Charpentier. Aunque una cosa les puedo decir: en muchos casos, como en el de 1MiraMadrid, MaisterraValbuena (con sus piezas de Alexanco o María Loboda) o Hauser & Wirth (que aprovecha por primera vez para mover el legado de Chillida, aunque no suelta prenda con los precios: de nuevo la injerencia de lo privado y lo público), se van a encontrar a artistas y propuestas de primera. Moción denegada.
ARCO comienza a dar síntomas de ser un «cuarentón interesante», y, en la primera edición de López, se ve que a lo que aspira es a la madurez tranquila. Esta pretende ser una feria más ordenada, con más luz (en todos los sentidos), más aliada con el artista, si es que esto es posible en un entorno eminentemente mercantil que lo que prefiere es mimar al que se deja la pasta.
El cambio más evidente de este 2020 es la desaparición del país invitado. En su lugar, un ámbito comisariado, con arquitectura laberíntica y aislada, dedicado a un concepto, el de tiempo, encarnado en la figura de Felix Gonzalez-Torres y comisariada por Alejandro Cesarco y Mason Leaver-Yap, en el que se desentierra al muerto, pero para velarlo en ausencia. Ni una obra por esos pagos del cubano (¡Y qué gran oportunidad ha perdido Madrid para revisar su obra!). En su lugar, un compendio de 16 artistas que le hacen los coros con más o menos gracia, sin que aquello acabe de cuajar. Grandes nombres como los de David Lamelas, Pepe Espaliú, Jack Pierson o Danh Vo, que junto al hedonismo de Hudinilson Jr., intentan apresar la esencia de Gonzalez-Torres mientras se les desvanece entre las manos.
Casi me interesaron más los guiños que a este autor (o al concepto de tiempo), consciente o inconscientemente, se realiza desde otros puntos: como el diario –en días, meses, años– de Marc Vives en etHall. O las coloristas instalaciones de Inmaculada Salinas en Rafael Ortiz visibilizando jornadas laborales; o el archivo, casi una historia del feminismo, de María Mª Acha-Kutscher en ADN. También la torre-reloj de Juan Garaizábal en Álvaro Alcazar, los anillos de tiempo de Miler Lagos en Max Estrella o el estand de ABC, las superficies «petrificadas» de Ira Lombardía en Alarcón Criado o el pequeño homenaje a Stonewall en Espacio Mínimo.
Este último pequeño ámbito, casi un comisariado, se confunde con los cada vez más numersos «proyectos de artista» de la feria, verdaderos oasis en la vorágine: los tienen, y bien interesantes, de Aurelia Muñoz en José de la Mano (que aprovecha el estand para presentarnos a creadoras a las que debíamos conocer desde hace tiempo y que aquí, literalmente, como Aurelia, echan a volar); de Daniel Martín Corona en Ángeles Baños (de esos gratos reencuentros este año, como el de L21 o Cámara Oscura, que se unen a novatos a los que damos la bienvenida como ATM, Nordés o ArtNueve: se hace justicia con la periferia); de Bernardo Ortiz en Alarcón Criado o Tony Oursler en Moisés Pérez Albéniz.
En una feria que cada vez tiende más al formato Solo/Dúo, cada vez tiene menos sentido un sector como Diálogos. Aún así toparán allí con buenas propuestas, como las de Die Ecke y Anglim Gilbert. Más interesante Opening, donde se nota el origen de los comisarios, Tiago de Abreu Pinto y Övul O. Durmusoglu, con galerías lusófonas y de Oriente Próximo a cascoporro. Les propongo cuatro nombres allí: Miguel Marina, Jordi Mitjà, Jimena Kato y Eli Cortiñas. Busquen las cuatro diferencias.
Y, entre medias, un buen puñado de autores: Fernando Sinaga y Luis Gordillo en Aural; Leandro Erlich y sus maquetas de arena en Nogueras-Blanchard; Isidro Blasco presidiendo el estand de Ponce Robles; Daniel García Andújar en Ángels Barcelona; Berta Cáccamo en Formato Cómodo; el Carlos Garaicoa de Continua; los estupendos montajes de Sabrina Amrani, Georg Karl Fine Arts o Helga de Alvear, con José Pedro Croft… Lo que aleja a esta última galerista de la política, aunque política hay en este ARCO. Aquí caben de los Franco de Marco Castillo en Kow, al de Riiko Sakkinen en Forsblom, firma finlandesa que también apuesta por un chino, Ai Wei Wei, tan de moda ellos, al Juan Carlos I de Pedro G. Romero en Alarcón Criado o los presos políticos (los de verdad, los de los setenta) en José de la Mano, con versos de Raimon y Llach. Veremos dónde estalla la traca final.
Decía Ramón García, el denunciante de ARCO al que los tribunales le han dado la razón, que a esta edición hay que venir con mascarilla. Él se refería más para defenderse del supuesto hedor a compadreo, aunque el complemento es válido ante el empuje del coronavirus (no les quiero ni contar la de chistes que escuché la tarde del montaje sobre las galerías italianas. Ninguna de ellas ha cancelado por el momento su participación), o dado el deseo de la presente edición de pasear el cuerpo de un muerto. Yo prefiero abogar por las máscaras, y que sean ustedes mismos los que descubran lo que hay detrás de ellas en los pasillos de Ifema. Opciones no les van a faltar.