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Sensibilidades fotográficas

Acudir a un museo o una galería de arte para ver fotografías nos parece tan natural como ir a ver cuadros o esculturas. Por eso puede ser tentador mirar con asombro descreído o, peor, condescendencia la actitud de quienes en el siglo XIX o principios del XX veían la fotografía como un popular pasatiempo incapaz de competir con las bellas artes. La arrogancia del presente puede hacernos por momentos parecer más lúcidos que el mismísimo Baudelaire, para quien la fotografía podía aspirar, como mucho, a sustituir a los modelos de los pintores pero jamás a convertirse en un arte de pleno derecho. Muchos de los primeros artistas fotógrafos dedicaban parte de su tiempo a explicar por qué la fotografía, en las manos adecuadas, podía trascender la mera reproducción de la realidad. Algunos de los puntos del manifiesto fundacional del argentino Grupo Forum son reveladores en este sentido, al abogar por la “individualidad subjetiva” de la fotografía. Hacerlo en 1956, es decir, cuando la historia ya había encumbrado a un elenco significativo de grandes fotógrafos, revela la difícil inclusión de la fotografía en el mundo del arte.

El Grupo Forum nació en Buenos Aires con una actitud similar a la de las vanguardias de principios del siglo XX, con la misma necesidad de organizarse en comandita para así resistir mejor la incomprensión de la sociedad y el gusto dominante. Eran herederos directos de figuras como Moholy-Nagy y los constructivistas rusos – no en balde, sus dos fundadores, Sameer Makarius y Max Jacoby, venían de Europa. Mi descubrimiento de este grupo de fotógrafos en la galería José de la Mano ha sido mi más reciente alegría estética. En mis habituales recorridos por galerías y museos, no hay mayor satisfacción que encontrarse con buenos artistas cuya existencia se desconocía por completo y que de inmediato entran a formar parte del canon particular de uno.

Asombra cómo el paso del tiempo altera significativamente algunas cosas, como la apreciación estética de la fotografía, y deja otras intactas. ¿Es posible que, a pesar de las décadas transcurridas y su adopción por parte de la publicidad y demás medios de masas, la estética de la vanguardia fotográfica siga emocionando al espectador actual? Me cercioro de que así es al contemplar un nebuloso paisaje urbano de Sameer Makarius atravesado de arriba abajo por unos cables de tranvía. Uno comprueba, gozoso, que aún recibe descargas estéticas de los encuadres extraños de un grupo de barriles de Rodolfo A. Ostermann o una vista en picado que parece casi un collage de Julio Maubecin.

La prueba de fuego de una nueva disciplina artística es ver si a través de ella pueden expresarse distintas sensibilidades. El día que descubrí al Grupo Forum venía de ver una exposición de un artista que me era muy familiar, Chema Madoz. La comparación entre uno y otros demuestra a todas luces que la fotografía sirve de medio de expresión a las más variadas inclinaciones. Chema Madoz no busca la emoción de un encuadre ni la belleza de la forma pura. Lo que acaso sí comparte con los argentinos del Grupo Forum es la voluntad de alienar objetos cotidianos. Las motivaciones de Madoz, sin embargo, no son estrictamente estéticas. No es un fotógrafo de formas sino de ideas.

Me parece que sus obras no son meros juegos de ingenio ni pasatiempos. Si ha alcanzado el reconocimiento que posee es porque en sus mejores obras golpea de lleno nuestros prejuicios. Al modo de los cuadros de Magritte, sus fotografías son una invitación a la duda, a un sano escepticismo frente a las apariencias. En una entrevista que le hicieron hace bastantes años, Madoz decía que su técnica a la hora de realizar sus objetos fantasiosos era algo rudimentaria. Viendo su actual exposición en la Sala Alcalá 31, que abarca su obra de los últimos seis años, me ha dado la sensación de que un mayor virtuosismo quizá haya desplazado la acidez de sus mejores imágenes.

Hace unos años tuve la suerte de visitar el taller de Chema Madoz y vi cómo se amontonaban en él los objetos más variopintos, muchos de los cuales reconocía de sus fotografías. Pensé entonces, y lo sigo pensando, que Madoz es tan artesano como fotógrafo. Él, sin embargo, siempre habla de sí mismo exclusivamente como lo último. ¿Por qué Chema Madoz decide exhibir sus objetos en forma de fotografía? ¿Por qué no los exhibe tal cual, en vitrinas o colgados de la pared, en un tiempo en que es perfectamente lícito hacerlo, cuando hace cien años que se inventó el ensamblaje escultórico? Yo creo que un arte como el de Madoz, que juega con la percepción intelectual del espectador, busca ser icónico; una imagen fija, fácilmente reproducible, que evita la fragilidad de un objeto físico que puede desaparecer o corromperse. El ya irrenunciable estatus de la fotografía como disciplina artística se hace visible en actos como este. Si la fotografía es arte es porque aspira a cierto grado de inmortalidad.

Grupo Forum. Fotografía subjetiva en Argentina. Galería José de la Mano. Zorrilla, 21. Madrid. Hasta el 31 de julio. / Chema Madoz 2008-2014. Las reglas del juego. Sala Alcalá 31. Calle Alcalá, 31. Madrid. Hasta el 2 de agosto.