Ángel Duarte
19 Abr - 02 Jun 2018

 

MÓDULOS Y MOVIMIENTO.   11 ESCULTURAS DE ÁNGEL DUARTE

(texto de Ángel Llorente Hernández, comisario de la exposición)

 

Si fuese supersticioso podría tentarme la idea de que los números son una de las claves, si no la principal, de esta exposición y de la vida del artista, ya que las esculturas expuestas son 11, número que es la mitad de 22, número éste que coincide con los días de nacimiento (22 de septiembre de 1930) y defunción (22 de julio de 2007) de Ángel Duarte. Además, como puede comprobarse viendo las obras expuestas, podemos entretenernos en contar el número de varillas que las componen, de modo que haciéndolo llegaremos en algunas al número 11 y en otras al 22; a lo que podríamos añadir lo que sin necesidad de saberlo se intuye al pensar en los numerosos cálculos numéricos que este artista tuvo que hacer para construir y erigir sus esculturas públicas monumentales.

Como es sabido, en muchas tradiciones, religiones y en creencias populares de signo diverso los números tienen significados. El 11 es impar, por lo que es un número masculino, mientras que el 22 es par, lo que hace de él un número femenino, de modo que si los juntamos tendremos la unión que –se nos antoja escribir en esta digresión– forma un ser andrógino y como tal, queremos imaginar, perfecto, como perfectos son los acabados de las esculturas de este artista. Pero, ay, 11 se identifica en algunas tradiciones con la transgresión y el peligro, dos palabras que se adecuan perfectamente a la biografía de Ángel Duarte, pues, recordando su vida, encontramos que siendo un niño estuvo expuesto a los bombardeos franquistas que mataron a su madre y a una hermana en Madrid, ciudad a la que había llegado con cuatro años; que continuó su vida como niño emigrante enviado a vivir con su abuela en su pueblo natal en 1939 y en el pueblo valenciano de Ayora, acompañando a su padre desterrado desde el año siguiente hasta 1944 cuando la familia menguada pudo regresar a Madrid. Además, en su juventud, a los diecinueve años fue encarcelado tres meses por intentar pasar –viajando en tren– ilegalmente a Francia, pese a lo cual volvió a intentarlo arriesgando su vida en un paso clandestino por los Pirineos. Lo logró, por fin, ya legalmente al abrirse la frontera, en 1954, lo que no le libró de pasar penurias en París, donde llegó sin saber nada de francés. Posteriormente, su militancia antifranquista le provocó estados de peligro, como cuando, por citar tan solo alguna de sus actuaciones, participó activamente en la organización de la exposición España Libre, en 1964. El mismo año Ángel Duarte fue uno de los 35 artistas que en la capital francesa firmó una carta dirigida al Ministro de Justicia de España pidiendo la libertad para Agustín Ibarrola, uno de sus compañeros del Equipo 57, grupo de arte vanguardista transgresor de la normalidad artística de los años cincuenta en España y de la oficialización de algunas corrientes artísticas más avanzadas y antiacadémicas a la que el franquismo estaba llevando en su provecho. Digamos, para quien no lo sepa, que los fundadores de aquel equipo eligieron el número 57 por ser el año de su consolidación como grupo y por llevar aparejado en cuanto entidad numérica el anonimato de sus integrantes. Además, tal vez inconscientemente, por la carga abstracta de las cifras –como abstractas eran sus obras–aplicable a todo lo que pueda ser contable; se nombraron Equipo 57 en vez de haberse llamado, por ejemplo, Grupo Espacio, como se habían autodenominado quienes integraron este último colectivo nacido en Córdoba en 1954, en el que participaron José Duarte y Juan Serrano, fundadores en París tres años después del embrión del Equipo 57, junto con Ángel Duarte y Agustín Ibarrola, o, también, se nos antoja, Grupo Abierto.

El espacio real en el que nos movemos y en el que se sitúan las obras, y el plástico, o si se prefiere denominar artístico, son la clave de las esculturas de Ángel Duarte. En sus esculturas monumentales para lugares públicos, hechas con barras de acero inoxidable, poliéster o acero y cemento proyectado –llegó a levantar más de una docena en Suiza y dos en España– este artista siempre tuvo presentes las características físicas y sociales de los espacios y los edificios cercanos donde iban a ubicarse de modo que respetasen el entorno y lo embelleciesen en vez de brutalizarlo, a lo que contribuye el aspecto liviano y frágil de la mayoría de esas esculturas, a pesar del peso y de sus grandes dimensiones. Dos aspectos que se mantienen incólumes en las de pequeño y mediano formato.

A comienzos de la década de los sesenta Ángel Duarte se interesó mucho más de lo que venía haciéndolo por la abstracción, la geometría[1] y las matemáticas, y comenzó a construir las esculturas que le individualizaron como artista. Partiendo de las investigaciones plásticas hechas en el trabajo grupal del Equipo 57, Ángel se centró especialmente en el paraboloide hiperbólico, de modo que, usando esta figura como módulo, obviamente con modificaciones y variantes en cuanto a tamaños, posiciones y materiales, diseñó gráciles estructuras de varillas y otras de superficies curvadas unidas en las que hay una continuidad espacial, que fue, como se sabe, uno de los intereses artísticos del Equipo 57. Duarte ampliaba en su estudio de Sion las maquetas –algunas de las cuales se exhiben en esta exposición– que como un artesano riguroso construía pacientemente. Trabajo que en los inicios de su camino artístico independiente realizaba en solitario y después con ayudantes, a medida que su obra se iba conociendo en Suiza[2] y en otros países europeos en los que el arte geométrico cobraba auge, especialmente en Francia, Italia, la antigua Yugoslavia y Alemania.

Fiel a los principios elaborados por el Equipo 57, especialmente a la por ellos denominada Interactividad del espacio plástico, Ángel Duarte continuó en solitario investigando en el campo de la abstracción geométrica, derivando a una obra que se inscribió en las corrientes del arte óptico y cinético, participando activamente en su desarrollo como miembro de Nouvelle Tendance y fundador del Grupo Y junto con los artistas suizos Walter Fischer y Robert Tanner, a los que poco después se unieron el teórico Étienne Bertrand Weill y el arquitecto Rennecci. En 1965 los cinco amigos miembros del Equipo 57 se reunieron para valorar la posibilidad de recuperar sus actividades, paradas desde tres años antes. Fue entonces cuando decidieron anunciar el fin del trabajo del Equipo en 1966 en el catálogo de la exposición antológica del grupo en la Galerie D’Art Actuel (Ginebra, enero-febrero) y Galerie Aktuell (Berna, marzo-abril)[3]. Ángel Duarte se convirtió en el difusor de la obra del Equipo 57. Así, desde 1963 y hasta 1989 se ocupó de que su obra estuviese en las principales exposiciones de arte cinético y óptico en Europa y Estados Unidos.

Considero necesario emplear el término belleza, tan olvidado e incluso denostado por parte de la crítica de arte, para referirme a las esculturas de este artista, ya que son obras carentes intencionalmente de significado o connotación. Son lo que vemos: objetos tridimensionales, productores de placer estético merced a la armonía de sus proporciones y a su equilibrio, sin obviar los efectos, de carácter óptico-cinético resultantes de la incidencia de la luz sobre ellos, sobre todo en los hechos con finas varillas de acero inoxidable y a la perspectiva adoptada por quien los contempla. Todo ello patente asimismo, insistimos, en las esculturas monumentales, tan gráciles como las maquetas previas, aunque su tamaño sea gigantesco y las líneas que las conforman sean barras de grandes dimensiones.

La obra y la figura de Ángel Duarte estaban siendo injustamente olvidadas en nuestro país, a pesar de haber sido uno de los artistas destacados del arte geométrico europeo y español del siglo pasado, por lo que esta exposición forma parte de la recuperación necesaria del artista. Las dos últimas ocasiones en que pudimos ver su obra fueron con motivo de la impresionante exposición antológica que le dedicó la Junta de Extremadura en Cáceres en 1992 y la del Museo de Bellas Artes de Badajoz de 2000. Se le conoce, por supuesto, por su pertenencia al tantas veces citado Equipo 57. Deseamos que esta exposición sea su preludio y que le sigan otras exposiciones que muestren también obras bidimensionales, pues su faceta de pintor es prácticamente desconocida. Pinturas geométricas (óleos, gouaches, serigrafías y dibujos), además de las propiamente ópticas, entre las que destacan las placas de vidrio grabado.

Ángel Llorente Hernández

 

[1] En 1956 el crítico Luis Figuerola-Ferretti, comentando la exposición de dos jóvenes amigos artistas, escribía: “Duarte se aplica a una suerte de lo abstracto en el que parece buscar simplemente un bello efecto ornamental, dando todo el valor al color en manchas como retales geométricamente situados según una pauta no inédita”. (Luis Figuerola-Ferretti, “Arte. Pinturas y cerámicas de Genovés y Duarte”, Sala Alfil, Arriba, 9 de marzo de 1956, p. 15).

[2] La primera exposición individual de Ángel Duarte fue en la galería Suzanne Bollag de Zúrich en 1967, el mismo espacio en el que en la primavera de 1962, gracias a las gestiones de este artista, se expusieron obras del Equipo 57 y se editó un cataloguito con un texto de presentación de Max Bill, uno de los artistas y teóricos más importantes de la abstracción geométrica internacional.

[3] El catálogo se cerraba con estas palabras de Ángel Duarte: “Esta retrospectiva es la última manifestación del Equipo 57 como tal. Por opciones personales y divergentes sus miembros han decidido por mayoría continuar de forma individual su trabajo. Esto no impide que nuestra obra y nuestra experiencia de trabajo permanezcan y esta forma de trabajo y de investigación es a mi parecer la más válida para nuestra época”.