La inusual situación de nuestras galerías cerradas al público a la que nos hemos visto abocados con la irrupción del COVID 19 nos ha obligado –y permitido– estas semanas reflexionar desde casa en la idea de articular novedosos, pero sobre todo rigurosos, proyectos online. Hoy, y en el fondo más que nunca, nos sentimos sensibles y sin duda más permeables a la colaboración entre entidades que siempre hemos compartido intereses comunes. Desde aquí queremos reconocer que el Fondo García-Ramos ha estado en todo momento dispuesto a ayudarnos en la documentación de cualquiera de los proyectos de investigación que hemos ido acometiendo a lo largo de la historia de nuestra galería. Ahora quizás ha llegado la hora de devolver tantos años de favores a través de este personal y sentido homenaje en nuestra inaugural e ilusionante exposición online. Más que con alegría hemos de reconocer que con cierto pesar, y ante la por desgracia ya acostumbrada desidia de las instituciones españolas, damos aquí comienzo a la dispersión de uno de los fondos documentales más importantes de la historia de las exposiciones y del Arte, no sólo español sino también latinoamericano, del intenso y poliédrico periodo comprendido entre los años 50 y los 70. A continuación presentamos sólo la punta del iceberg de un archivo que, en un horizonte nada lejano, todos habremos de lamentar su distanciamiento y dispersión.
UN EXPERIMENTO CON EL TIEMPO [EL FONDO DOCUMENTAL GARCÍA-RAMOS]
Alfonso de la Torre, comisario
Razonar es algo retrospectivo: juzga una situación presente a la luz de una experiencia pasada. La intuición es más afín a la inspección de una pauta de campo. Este primer proceso, empleado a expensas del último, es lo concomitante a una vida de aventuras.
John W. Dunne (1927)[i]
Como un experimento con el tiempo, aquel libro del visionario John W. Dunne[ii], quien nos recordaba que las dimensiones espacio temporales pueden entrecruzarse, llegando a nuestra vida desde el pasado, mas también tentarse ciertas notas del futuro y que, juntas las dimensiones, en su comprensión, quedaríamos constituidos, pues fluye el tiempo en series, un tiempo incardinado en el otro. Al cabo, es la voz de Dunne, esas dimensiones pueden devenir en una maquinaria explicativa capaz de contemplar los acontecimientos en sucesión: “la pregunta a la que ahora se debe respuesta es si una inspección de esta maquinaria nos permitirá explicar todo lo demás. Y la respuesta es afirmativa”[iii].
El archivo es la memoria, lo que fuimos, lo que somos, hasta quizás nos permita ya explicar lo que seremos, como una máquina del tiempo. Instrumento fundamental de quienes investigamos o escribimos sobre arte, pero también se constituye en un extraordinario retrato, de una época y sus acontecimientos, los artistas o su presencia en exposiciones. Así, pensando en este archivo, mencionemos algunas piezas indiciarias tan relevantes como las existentes sobre nuestra presencia en la Bienal de Venecia (1958, 1964 y 1978), o algunas exposiciones perdidas ya, parecería indefectiblemente si no fuera por este conjunto, como las dedicadas al arte gráfico (Segovia, 1974) o la escultura al aire libre (Madrid, 1974). Como múltiples mónadas, los archivos vinculados a artistas muy reconocidos, algunos ahora desvelados tal un puzzle que permitiera (se dijo: son piezas perdidas), la tentativa de su reconstitución (Alberto, Alfaro, Barbadillo, Berrocal, Canogar, Echevarría, Guinovart, Manrique, Mignoni, Millares, Oteiza, Puig, Saura, Sempere, Serrano, Sobrino o Tàpies), junto a otros creadores que están, aún, por tratar con la intensidad merecida (Baixeras, Mier, Montoya, Aurèlia Muñoz o Raba).
La exposición que ahora se presenta en la Galería José de la Mano, una galería caracterizada por la investigación y la hondura de sus propuestas, se constituye desde el feliz encuentro de un doble conjunto, por un lado, el relativo a Luis González-Robles (1916-2003), el curator inefable del Régimen, a cuya acción y a veces parecería que a su pesar, se debió una parte de la visibilización del arte español de las décadas cincuenta y sesenta, tan discutida. Y, por otro, el conjunto acumulado en la práctica profesional y personal de Pedro García Ramos (1942), a través tanto de sus trabajos de investigación, museografía o comunicación como por su trayectoria de pintor y gestor cultural. Un manantial de documentos, una estrategia de conservación acometida con esmero por García Ramos, quien ha ido durante años cuidando y ampliando aquel archivo exploratorio desde su estrecho trabajo con aquel, evitando la tan frecuente dispersión de los archivos y conservándolo hasta legarlo a nuestro tiempo, como pudimos contemplarlo en el pasado ARCOmadrid (sublevado uno, ante la inanidad oficial).
Como estela de una pregunta, el material que puede ahora contemplarse está compuesto principalmente de fotografías y un enorme acopio documental (correspondencia, anotaciones, catálogos de exposiciones o maquetas de proyectos). Un conjunto que podría calificarse de una paradoja temporal pues nuestro país, tan proclive a la desmemoria, ha construido pacientemente agujeros negros de nuestra historia, en especial en lo referente al arte a partir de los años cincuenta. Una época referida con frecuencia a través de la narración de los hechos capitales, pero escasa de las fuentes originales de los mismos. No es extraño que algunos investigadores hayamos hecho acopio de material similar, constituido en los márgenes de la historia, llamándonos como luciérnagas en la noche en el frecuente abandono en librerías de lance o en el mercado callejero. A veces, reservados los fondos existentes en colecciones a ciertos tímidos acopios institucionales, no es raro que vinculados a críticos o archivos de galerías.
Es pues esta exposición una invitación a la exploración, un puente trazado especialmente adecuado al mundo de internet, mas no olvidemos, un saludo a Walter Benjamin, que la noción de archivo viaja con la propia historia del arte, pues son imágenes las recopilaciones de Eugène Atget o August Sander, pero también quedaron constituidas como el verdadero archivo de la memoria del devenir de nuestro tiempo, son verdaderos “atlas de instrucción”, en palabras de aquel. E, infatigado, tentó Aby Warburg en su “Atlas Mnemosyne” indagar incesantemente en torno a las huellas inmemoriales y la herencia espiritual de las imágenes. Pulsión incansada del archivo que, bajo forma de otros “Atlas”, ha poblado el mundo del arte, unamos al de Warburg por ejemplo los archivos expandidos y misteriosos de Gerhard Richter o la “Autobiography” de Sol LeWitt: archivos tal incandescencias en los nudos del tiempo, la estampida de fragmentos de fuerzas poéticas.
Símbolo ahora la luz con la que Sempere ilumina su cajita luminosa, tren de las imágenes, este archivo surge también de una autoconciencia, tal aquel tree of conscientiousness de Walter Benjamin, árbol del cuidado consciente, árbol del esmero[iv] de quienes ejercieron un estado de consciencia cuidadoso, capaz de legar al futuro este fondo. Así, como observadores en el infinito podemos contemplar ahora estos materiales, instrumentos para nuestro autorretrato, acaso la mayor enseñanza de este fondo, del que se revela ahora una parte, es cómo el camino no ha concluido, todo quedará por conocer.
[i] DUNNE, J. W. An experiment with time. Un experimento con el tiempo (1927). Londres: A. & C. Black, Ltd., 1927. Nota del autor en la tercera edición (1934). Leído en la versión en español del texto antedicho: DUNNE, J. W. Un experimento con el tiempo. Barcelona: Ediciones Orbis, 1988, p. 207.
[ii] Ibíd.
[iii] Ibíd., p. 88.
[iv] Baum der Sorgfalt, en palabras de Benjamin en su carta en alemán. Carta remitida por Walter Benjamin a Gershom Scholem: “Ha llegado el momento en el que tienes que dejarme zarandar el árbol del esmero, cuyas raíces se encuentran en mi corazón y sus hojas en tu archivo, para tomar algunos de sus escasos frutos”. MARX, Ursula-SCHWARZ, Gudrun-SCHWARZ, Michael- WIZISLA, Erdmut (eds.). Archivos de Walter Benjamin. Fotografías, textos y dibujos. Madrid: Círculo de Bellas Artes-Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2010.