Corro hacia el estand de Helga de Alvear, donde inicio mi recorrido por ARCO’19. No quiero sorpresas en esta feria, al menos de las amargas. Y descubro, para mi traquilidad, que no hay allí rastro de Santiago Sierra o similares. En su lugar, imponentes retratos fotográficos de Cate Blanchett de la serie Manifesto, de Julian Rosefeldt. A ella, bajo las más variadas caracterizaciones, le toca sustituir a los «presos políticos» de la pasada edición.
Y para que no quede ningún rastro de duda, la veterana galerista pone en su lugar a una actriz -una persona que interpreta a otras- para que no quede atisbo de duda de lo que es o deja de ser la australiana. Pequeña pedorreta, a modo de suave venganza de la también coleccionista para la organización del evento…
En los ojos del que mira
El fuego, para el que quiera verlo (o provocarlo, que esa es la intención de los artistas) está en la italiana Prometeo, y como para no distinguirlo: un ninot de 4,5 m de Felipe VI, colaboración del mencionado Sierra (sí que estaba, y no precisamente «agazapado») y Eugenio Merino. La provocación no está tanto en la obra en sí (que parece una condena: su comprador se compromete a pagar 200.000 euros por ella y a incendiarla antes de un año; dicen los responsables de la esta firma que es «una crítica a la acumulación de objetos por parte de los coleccionistas», ¡y suelta la perla desde una feria!) como en los antecedentes de los autores: dos creadores que dicen haber experimentado la censura en ARCO, y que le dejan el regalo a su director en forma de «gran meada» en su portal en el año de su despedida.
Más allá de esto, este debería ser, a primera vista, un ARCO tranquilo. La feria madrileña comienza a ser previsible hasta en sus polémicas y los autores de las mismas. Lo más «políticamente incorrecto» quizás lo encuentren en T-20, donde Daniel G. Andújar mete en una vitrina la sentencia completa (un ladrillo) de la Gurtel. Lo que sí que van a encontrar este año en la feria es mucho libro (de esos que deberían leer más de uno y más de dos) y mucho textil.
De lo primero, localizarán algunos en este mismo estand quemados por Joan Fontcuberta y solidificados por Francesc Torres. Lapidados en ADN por el ya mencionado Merino, y en forma de torre en The Ryder. Intervenidos por Dalton Paula en Sé… De lo segundo, a partir de Teresa Lanceta en Espacio Mínimo, la lista se hace interminable, quizás por ser el país invitado, por influjo de Perú: de los estands de Miguel Nabinho o Richard Saltoun a Wu, por poner algunos ejemplos.
En ascenso
Hablando de Perú, tras el chasco de Futuro, este ámbito comisariado lo tenía fácil para subir el listón. Hasta tiene su gracia el pabellón laberíntico que le han diseñado y que rompe con la limpieza en el recorrido del nuevo trazado de la feria (con buen criterio, este año se integran los Solo Objects en los respectivos estand de sus galerías, en lugar de «tirarlos» por las zonas de paso; y que abunden en número significa que éstas creen que van a vender obras de buen porte). Lo cierto es que, y aunque hay nombres andinos que se van a repetir demasiado a lo largo del salón (Fernando Bryce o Sandra Gamarra), Sharon Lerner ha hecho un buen trabajo. Es lo que tiene no poner muchas esperanzas en un sector que nos ha dado tantas decepciones en el pasado.
Alfombra azul en Opening, el sector en el que se inició como comisaria Maribel López (nada se destruye, todo se transforma). Harina de otro costal son los Diálogos. A mí, un año más, me dejan sin palabras. Encuentro más relaciones entre los artistas en otros puntos de la feria, como entre el Mompó y el Pérez-Villalta de Fernández-Braso o la Nan Goldin y la Cornelia Parker de Wilde. En una cita que cada vez apuesta más por la fórmula del Solo/Duo, este ámbito, orquestado este 2019 por Catalina Lozano y Agustín Pérez Rubio, cada vez tiene menos sentido.
Carlos Urroz nos prometió un ARCO’19 (el de su despedida y, sin duda, fin de un ciclo) «diverso, sostenible, inclusivo y sexy». No sé si la presente edición, en la que arrasan la pintura y la escultura, es muy diversa. Sostenerse esperamos que se sostenga, que para eso le insuflan su buen millón de euros (cifras estimadas; la organización no suelta prenda) en traerse a los collectors extranjeros. Inclusiva, habrá que preguntarle a las mujeres infrarrepresentadas y a las minorías. Lo que sí que le ha salido es resultona, que a veces, es mejor que sexy. Ya se sabe: se liga más siendo atractivo que guapo, y aquí hay muchas obras listas para la conquista.
Yo me quedo con los «durmientes» de Jankowski en Pelaires; también con un Tornero que vuelve a sus orígenes en Juan Silió. Con la escultura trepadora de Cristina Iglesias en Elba Benítez. Con la Jenny Holzer de Hauser & Wirth. Con el estand escultórico de José de la Mano. Aquí montan tan bien como en Parra & Romero, que nos envuelve con las postales de Oriol Vilanova. Cerca, Luis Camnitzer, un verdadero peso pesado. Con el Ballester Moreno de Maisterra o la Cristina de Middel de Juana de Aizpuru. Con Maíllo en Ponce+Robles, Espaliú en García Galería o cualquier pedazo de la propuesta de Espacio Mínimo… ¿Nombres demasiado predecibles? ¿Todo bajo control en ARCO’19?