Con el objetivo de ir completando los discursos feministas debatidos desde los años 90, el Museo ha adquirido piezas de siete artistas mujeres: Cabello/Carceller, Victoria Gil, Sara Ramo, Daniela Ortiz, Jacqueline Mesmaeker y Ana Buenaventura.
La escultura de Cabello/Carceller Sin título (1994) –arriba–, explica la inclusión del pensamiento queer en la práctica artística de Cabello/Carceller y aborda ese momento, en los años noventa, en el que las teorías queer desafían al feminismo clásico y la tradicional división de géneros.
Por primera vez se incorpora a la Colección del Museo la obra de Victoria Gil (Badajoz, 1963). Aunque ha explorado en diferentes medios artísticos como la escultura o la instalación, Gil se siente fundamentalmente pintora. La visión del cuerpo humano, el feminismo y la falacia de la publicidad son algunos de sus temas principales. En las cuatro obras pictóricas de gran formato de la serie Realidades bidimensionales (1990) destaca la cuestión de la carnalidad y una dimensión erótica asociada a gestos orales y no exenta de ambigüedad.
Sara Ramo (Madrid, 1975) es una artista hispanobrasileña con una importante presencia en el contexto del arte internacional y latinoamericano. La ausencia de su obra en la Colección del Museo se verá paliada con la presencia de Minhas e Suas (2018, obra en proceso), un grupo de once esculturas en forma de muñecas de diferentes tamaños, hechas a mano con diversos materiales como arcilla, cemento, plumas, pelo humano, plástico, cinta aislante, bisutería y residuos. A esta obra se añade el vídeo Una y otra vez, producido en 2019 para la exposición lindalocaviejabruja del programa Fisuras del Museo, en el que aborda el rol de la mujer desde una perspectiva escenográfica en la que convergen las experiencias autobiográficas de la artista y nuestras experiencias cotidianas, particulares y diversas.
El trabajo de Daniela Ortiz (Cuzco, Perú, 1985) aborda temas relacionados con la inmigración, las diferencias entre clases sociales, la nacionalidad o el género, condiciones que le sirven para investigar conceptos como colonialismo, racismo o poder y su vínculo con las instituciones. Su práctica artística se formaliza a través de medios diversos: pintura, performance, vídeo, fotografía, o escultura, entre otros. Con Pinturas de castas (2019), un conjunto de 16 pequeños cuadros enmarcados, Daniela Ortiz recupera el género pictórico las series o pinturas de castas, que se popularizó en el siglo XVIII en los virreinatos americanos. Estas son sus primeras obras en la Colección del Reina Sofía.
La obra de Jacqueline Mesmaeker (Bélgica, 1929) remite a la poesía y la literatura: Lewis Carroll, François-René de Chateaubriand, Valéryv Larbaud, Peter Handke, Paul Willems, Stéphane Mallarmé, Virginia Woolf y Paul Claudel son algunos de los escritores que aparecen en el entramado conceptual de sus obras como personajes reales invitados a conversar. En la serie Introductions Roses, adquirida por el Reina Sofía, se observa cómo se sirve del libro como objeto, juega con la noción de lectura a través de la palabra, pero sobre todo de la imagen, usando para ello el dibujo o el trenzado de materiales que dibujan e intervienen sobre la escultura o la arquitectura. De Mesmaeker también se ha adquirido la obra Les Portes Rose (1975).
Ana Buenaventura (Madrid, 1942) vinculada al Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid. Su obra tiene su origen tanto en la arquitectura como en la manifestación plástica a partir de las posibilidades de cálculo y desarrollo de un ordenador.
Las dos piezas adquiridas por el Museo, pertenecientes a la serie Orden cósmico (1970-1971), parten de una unidad que, reiterada y modulada, acaba construyendo un sistema, una estructura que arranca del automatismo del ordenador y cuyos límites se encontraban en el soporte bidimensional mismo marcado en ocasiones por las dimensiones de papel corrido que podía entrar en la impresora.